ulises ciclope

Teórico #3. Nadie

 

Mitos. Creencias. Relatos. Narrativas que nos permiten interpretar el presente y observar nuevos patrones que se han constituido. Lechos de rio, que volvemos a descubrir en la geografía de los datos. Cuál es la pauta que los conecta y nos permite enlazarlos a la analítica cultural?

Levi- Strauss nos señala que el mito es una narración popular pasible de ser estudiada a través de ejes dicotómicos (los buenos y los malos; el héroe/antihéroe). Elementos que si habitamos en el espacio de redes sociales, vemos frecuentemente ensalzar. Voces que señalan con el dedo, estableciendo criterios de verdad, sin establecer conversación o construcción colaborativa de conocimiento. Miradas sobre la realidad que nos posicionan o dentro de la conversación o fuera de ella. Sabemos que esto no nos sirve a la hora de comprender fenómenos sociales.

Georges Gusdorf nos invita a pensar que al mito no como una mera narración sino como el sustento de nuestra argumentación.  El mito está ligado al primer conocimiento que el hombre tiene de sí mismo y de su entorno.

Si pensamos los mitos como argumentación, nos acunaremos en lugares conocidos, estableciendo imágenes y deconstrucciones sobre esta modernidad tardía. Anclemos en uno de ellos. Tiremos nuestras líneas de fondo hacia la Odisea. Quizás ella nos permita seguir indagando el Universo de lo Digital y su vinculación con la Big Data.

Homero en su texto nos relata hazañas increíbles y particulares. La misma, es retomada por diversos escritores e intelectuales argentinos dándole peculiares sentidos no solo estéticos, sino éticos e ideológicos.

En la presente imagen de un ánfora,[1] se presenta la aventura de la ceguera de Polifemo, muchas veces narrada y descripta desde diversos puntos de vista. Claro, que bajo ese nombre quizás nos resulte extraño reconocer a los Ciclopes.

Gigantes feroces, sin ley ni asambleas, viven en familias sin ocuparse del prójimo.  Homero en sus poemas, no los describe fehacientemente pero desde el siglo IV, la tradición hermenéutica los señala como aquellos gigantes de un solo ojo.

El héroe griego Odiseo, también llamado Ulises por los romanos, se adentra en su isla junto a doce hombres, cargado de vino, quesos, cabritos y corderos. Se instala en una cueva, esperando la llegada de su gigante.  Una vez llegado su dueño, nuestro héroe, insta al mismo a brindarle hospitalidad y morada pero no recibe la respuesta esperada. Mofándose de la Ley de Zeus, el gigante cierra la cueva con una gran piedra y devora a dos compañeros de Ulises. Los días pasan y el polifemo repite la secuencia hasta que Odiseo diseña un plan.

Luego de comerse a dos hombres, Ulises le ofrece vino a su captor; bebida que el gigante desconoce pero que aprecia inmediatamente. En ese momento, se produce un peculiar diálogo.

El Polifemo desea saber cómo se llama el hombre que sacia su sed. “Me llamo Nadie” contesta Ulises, a lo que éste responde que será el último en ser devorado y se duerme.  Es allí donde, tomando una estaca, nuestro héroe hiere al cíclope dejándolo ciego. Sus gritos atraen a sus congéneres, quienes se acercan a la cueva cerrada. Allí, le preguntan al Polifemo qué sucede. Este responde: “Nadie me ha herido y cegado”. Sus compañeros al escuchar esta respuesta, se marchan.

Las ovejas encerradas en la cueva junto a Ulises y sus compañeros, necesitan salir a pastar, por lo que el Gigante retira la piedra que obstaculizaba la entrada. Ulises ata a cada uno de sus hombres sobrevivientes, en el vientre de los animales de forma tal que el Polifemo ciego, palpa al animal sin darse cuenta del artilugio realizado por Ulises.  De esta forma, él y sus hombres, logran escapar de la cueva.

 

Nadie; los datos.

Humberto Maturana, nos permite pensar este mito de forma singular. El camino será analizar, aquello que ha sido común con nuestros escritores contemporáneos, algo tan simple como el lenguaje. Para este biólogo, epistemólogo chileno, el lenguaje es el fundamento de lo humano. “Somos en el lenguaje”, nos constituimos y subjetivamos en él. El lenguaje se establece cuando se incorpora a nuestra vida como un modo de vivir. Sólo a través del lenguaje el ser humano puede explicar su experiencia en el vivir.

El lenguaje más que un sistema simbólico, es coordinación de acciones. Es precisamente en lo «consensual» donde los humanos consiguen reconocer la experiencia y alcanzar el acuerdo, que es, en definitiva, el intercambio de una comunicación lograda; más que «mensajes» sueltos.

En “El árbol del conocimiento”, Maturana plantea que con el lenguaje, aparece el fenómeno de la conciencia de sí como la experiencia más íntima de lo humano. El lenguaje no fue nunca inventado por un sujeto solo en la aprehensión de un mundo externo, y no puede por lo tanto, ser usado como herramienta para revelar el mundo. Nos realizamos en un mutuo acoplamiento lingüístico, no porque el lenguaje nos permita decir lo que somos, sino porque somos en el lenguaje, en un continuo ser en los mundos lingüísticos y semánticos que traemos a la mano con otros.

Asimismo, este autor, nos señala que el lenguaje es un modo de vivir juntos. En nuestra vida, es el lenguaje lo que nos hace humanos. Nada de lo que hacemos en el lenguaje es irrelevante, somos en el mismo. Cobramos vida en él.

Por otro lado, otro filósofo contemporáneo, Heidegger señala que el lenguaje nos lleva y nos atrapa. Maturana no participa de eso. El lenguaje no existe sin nosotros los humanos, pero somos humanos en el lenguaje. No estamos atrapados porque podemos reflexionar, la reflexión nos transforma y nos libera de cualquier trampa. Sólo a través de ella nos acercamos a lo que no se sabe cierto. El lenguaje es un dominio nuevo; hay fenómenos que ocurren sólo cuando surge el lenguaje y no antes. Lo peculiar humano no está en la manipulación, sino en el lenguaje y su entrelazamiento con el emocional. Si no habitamos el lenguaje, no hay reflexión, no hay discurso, no decimos nada, simplemente somos sin serlo hasta que reflexionamos sobre el ser.

Hacemos algo fuera del lenguaje? Podemos pensar en nuestros propios procesos fisiológicos como la digestión, pero si no la distinguimos en el lenguaje, tampoco hay digestión.

Y esto sucede cuando miramos los datos. Somos en los mismos. Vemos árboles, vemos el bosque[2], pero la idea aquí no es jugar con estas imágenes sino condensar y observar los patrones que se van desplegando. Simplemente eso. Ver aquello que está, que permanece en una constante, trazando una estela a lo largo de la matriz. Operamos en una cognición extendida, amplificada más allá de lo que podemos alcanzar. Vehiculizada por un software que se encuentra ya en nuestra piel, en nuestra cultura.

Derrick de Kerchove, nos permite comprender este fenómeno, señalando que el lenguaje es algo tan importante que sería posible entender el zeitgeist de un determinado periodo histórico solo con fijarnos en las palabras que son más usadas en él. De esta forma volvemos a Nadie, los datos, los patrones que vamos conformando en nuestro accionar cotidiano, en nuestro movimiento por las ciudades, en nuestros consumos, en nuestras búsquedas, en nuestros contactos.

El concepto de “software cultural” en el que está pensando Manovich se dirige a plantear que no hay estudio cultural posible sin saber cómo afecta y que consecuencias trae la aparición del mismo, en la vida social. Advierte cómo el software atraviesa la vida tanto social como cultural de las personas y por estas razones supone que es menester el estudio del software cultural, describiéndolo como un «subconjunto de aplicaciones de software que habilitan a la creación, publicación, acceso, la posibilidad de compartir y remixar imágenes […] etc.» (Manovich, 2008:8)

Las investigaciones de este artista ruso, se centran en lo que él mismo denominó analítica cultural, focalizando el uso de métodos de computación para el análisis de información cultural masiva, obtenida de múltiples fuentes diferentes. Su objetivo final es avanzar en el conocimiento de la evolución cultural de la especie humana usando las tecnologías digitales para hacerlo.

El “cultural analytics” no es nada más que una nueva metodología para trabajar con lo que se denomina Big Data, aquellos sistemas que gestionan grandes cantidades de información y que requieren –necesariamente– de un replanteamiento sobre cómo clasificamos, mostramos o gestionamos grandes volúmenes de información que desbordan las metodologías tradicionales. La investigación de los patrones comunes en colecciones masivas de imágenes o vídeos (billones) o el análisis de la evolución de las experiencias interactivas digitales son dos de las ocupaciones centrales de los investigadores

Esta propuesta, construye representaciones a través de grandes masas de datos. Pero estos datos, no son espurios. Son objetos culturales, entramados, que como señala Louis Marian, poseen una dimensión transitiva por lo cual señalan algo que se encuentra por fuera de ellos y una dimensión reflexiva mediante la cual hablan y comparecen por sí mismos. Hacen presencia en una ausencia.

Qué podemos ver? Quienes somos (pensando en la pregunta del Polifemo)? El trabajo de la analítica cultural pone en escena una gran base de datos para estudiar patrones en múltiples escalas; pero a su vez practica una «etnografía de datos» que le permite realizar un «acercamiento significativo en lo cultural, social y político de un lugar en particular durante determinado período de tiempo». Este movimiento es reconocido por Manovich como “lectura multi escalar”, que combina la lectura distante de patrones con lectura cercana de actores particulares. El software, al re-configurar y re-ajustar cualquier capa a la que es aplicado, «juega un papel central en dar forma tanto a los elementos materiales como a muchas estructuras inmateriales que conjuntamente componen la ‘cultura'» (Manovich, 2008:12).

Ulises, Odiseo. Su enfrentamiento al Polifemo. El relato de Homero, interpretado por diversas corrientes filosóficas a lo largo de los últimos siglos.  Un problema (o múltiples problemas) que la atraviesan; un patrón que se constituye alrededor de cómo se transmite históricamente un mito. Cuáles son sus fuentes? La poesía, la pintura?, el drama? El arte mural? la pintura en los vasos? La reflexión política? .Tod@s?

 

Nadie, Big Data.

Bruno Latour nos acerca un prisma, un lente para sumar a los que ya tenemos puestos. En su libro, La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia, nos habla de que no duda de la existencia de la realidad, ni cree que la ciencia no sea objetiva, racional y positiva. Lo que saca a relucir es que ni la realidad ni la ciencia son trascedentes e inmanentes, sino más bien al contrario, contingentes y cambiantes. La mirada de los cientistas sociales, sus intervenciones sobre el mundo, lo transforma, lo construye, lo habilita y rehabilita para que pueda ser comprendido en base a unos parámetros académicos que no forman parte del propio mundo; que lo desnaturalizan. No intentamos, parafraseando a Latour, entender la ciencia de los datos en sí, sino la red de conexiones. Entender el lenguaje de su riqueza. Comprender este nuevo zeitgeist  epocal.

Habitamos un mundo de cazadores furtivos. Nos apropiamos y reapropiamos de diversos significantes culturales. Somos Nadie en y con los datos. Viajamos como Ulises a través de ellos, circulamos y nos mixturamos con su mundo. Lo extraño de este movimiento es que atravesamos campos que no han sido escritos por nosotros sino por un prójimo artificial; por la Big Data.

[1] Eleusis Amphora: funerary proto-Attic amphora. Detail of the neck: Odysseus and his men blinding the cyclops Polyphemus. Circa 660 BC , Archaeological Museum of Eleusis‎. Greece

[2] alejarnos del árbol para ver el bosque entero

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