Recién estábamos acomodando nuestra ontología porteña, cuando nos tocó abrir el XIV Foro de Gobierno y Ciudades Digitales, un encuentro en donde funcionarios y responsables de la Administración Pública y Gobierno de todo el país, proveedores de tecnología y expertos, compartieron información y experiencias sobre el estado del arte y prospectiva del Gobierno Electrónico y las Ciudades Digitales.
Como en ocasiones anteriores se dieron cita en este espacio, funcionarios nacionales y municipales (nos interesó mucho la exposición de Carlos Bevilacqua, intendente de Villarino el segundo municipio en tamaño de la provincia de Buenos Aires), proveedores, consultores. Como siempre fue contundente la síntesis de Pedro Janices director de la Fundación Capa Ocho, se presentó el modelo Barcelona de Smart City a cargo de Maria Galindo, y participaron distintos expositores locales sobre Ciudades Inteligentes y Políticas e infraestructura digital
La sala estuvo colmada al principio, hubo algunos expositores que no respetaron los tiempos acordados, en alguna ocasión -como nos comentó con desparpajo un asistente- se les pedía a los panelistas que nos dieran la hora y nos contaban la historia del reloj, pero todo fue hecho en un ambiente de cordialidad, de diálogo, evitando la prepotencia y la irritación que caracterizaron gran parte de los eventos en la década ganada (o perdida) anterior, según lo quieran ver.
Para nosotros fue un excelente oportunidad para calibrar experiencias y propuestas y seguir avanzando en nuestros lineamientos del diseño especulativo, que abrimos hace varios años en la cátedra de procesamiento de datos Introducción al diseño especulativo: ficción, hackeo y social dreaming y que ahora están yendo en dirección del diseño institucional.
En este sentido nuestra charla fue ortogonal a casi todas las otras exposiciones que versaron sobre lo que se está haciendo (o lo que se debería hacer) en materia de gobierno digital e “inteligentización» de las ciudades.
Porque para nosotros (para esta cátedra) de lo que se trata no es de elegir una política (un color político) sobre otro, sino de redefinir qué entendemos por hacer política (algo seguramenre muy distinto a lo que se hace hoy).
Porque estamos convencidos de que ningún partido en particular logrará plasmar decisiones de largo plazo (carcomidos como están por el reeleccionismo y la acumulación de poder), y de cómo, gracias al desarrollo de plataformas de expertos y nuevas ingenierìas institucionales (como nos proponen Beth Simone Noveck del GovLab de NYU y Parag Khanna), podemos y debemos cambiar el modo de hacer política en direcciòn del diseño especulativo.
Ello supone tomarnos en serio que el actual andamiaje institucional: desde las elecciones como estrategia de revocatoria, los tres poderes como «supuesto» contralor mutuo, la entronización de una clase/casta política como repositorio de la gobernabilidad, son meros arreglos circunstanciales, históricamente condenados a la entropía, que como cualquier otra institución humana (ejemplo privielgiado esla universidad que se cree eterna pero que hoy cruje mas que nunca) pueden y deben ser modificados, abolidos o rediseñados.
Nuestra charla constó de cuatro apartados (de los cuales en este post trataremos dos y las otrtas dos en el próximo):
1. Datascopio. Cuando la escala crea al fenómeno
La información crece exponencialmente. Nunca se produjeron tantos datos como en la actualidad. Ya no medimos lo que se procesa en términos de mega-, giga- o petabytes, sino de exabytes (10 a la 12 Gigabytes). Mientras que en el año 2012 la información total accesible era de 4 Exabytes, en el 2020 será de 40 Exabytes y seguirá creciendo indefinidamente.
Es imposible estar al día, es imposible seguir todo lo que pasa. Filtrar es mandatorio, pero parecería que los robots lo pueden hacer mejor que nosotros -eso nos quieren hacer creer Facebook y Google, con los resultados conocidos. Mientras, la ansiedad informacional crece, la infoxicación se convierte en una rutina, y desbordados por el cáncer informacional, tendemos a caer en la abulia y la apatía decisional.
Estamos prisioneros de la paradoja de la elección (Barry Schwartz), cuantas mas opciones se nos abren, mas impotentes e irresolutos devenimos. Cada vez nos cuesta mas leer lo significativo en los acontecimientos pasajeros. Ignoramos las tendencias y las secuencias históricas. Nos obnubila el presentismo y en particular el recorte periodístico y el storytelling mediático (sponsoreado).
Confundimos las tapas de los diarios y seminarios con las tendencias de la “longue durée”. Acostumbrados al catastrofismo y al tropo “cuanto peor mejor”, ignoramos datos basales de la evolución histórica de los últimos 200 años. Cualquier comparativa de cómo estábamos en los campos de la salud, la educación, la gobernabilidad, la violencia interestatal revela que hoy vivimos en el mejor de los mundos posibles (Steven Pinker Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones (2012). Aunque este mundo este a años luz del que imaginamos equitativo y faciltdaror de un bienestar material y simbólico para las grandes mayorías.
Lo tematiza vehementemente Johan Nordberg en Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future (2016) mostrando como en los últimos 200 años estamos resolviendo los problems mas acuciantes que nosotros mismos hemos generado en este periodo, de un modo asombrosamente efica.
Lo revela Max Roser en A history of global living conditions in 5 chartscuyos gráficos contraintuitivos presentamos en el Seminario con gran detalle dejando intocada una asíntota, pequeña en términos relativos, pero enorme en términos absolutos..
También lo había anticipado hace un tiempo el genial (recientemente fallecido) Hans Rossling en Nuevas ideas acerca de la pobreza, mostrando las enormes y desiguales mejoras ocurridas en los dos últimos siglos con la desagradable connotación de cual es el gran drama de este mundo globalizado. Mientras que Asia, los países Árabes y América Latina, están mucho más avanzados en salud, educación, y en cantidad de recursos humanos, no lo están en el terreno que económico.
También nos hicimos eco de las preclaras anticipaciones de Jean Pierre Dupuy y Jean Roberts en La traición de la opulencia (2000), quienes nos entrenaban para ver las consecuencias inesperadas o contraproductivas de nuestra acciones (políticas), mostrando como la educación embrutece, el transporte inmoviliza, la salud enferma, etc, mientras la proliferación de información sigue el mismo camino pasando de pretender ilustrarnos a infoxicarnos.
Todas estas líneas de trabajo nos aherrojaron en las paradojas de la elección estudiadas por Barry Schwartz en el libro del mismo título
Nos llevaron a la ansiedad informacional denunciada por Richard Saul Wurman (creador original de las conferencias TED en 1984) hace un cuarto de siglo:
e incluso nos dejaron en manos de la infoxicación o intoxicación informativa como insiste Alfons Cornella
Dada esta cantidad inmensa de (des)información emergen las plataformas (policías) de la normalización, concentradas en los cuatro jinetes del Apocalipsis: Google, Facebook, Amazon Apple y cuyas consecuencias estructurales son dantescas…. Aunque a veces se endiose a Silicon Valley o se crea que la tencología disolverá a la política como se insiste demasiado fácilmente en Singularity University, ignorando el movimiento de «sececión de los ricos» (ver mas abajo la biblio de cierre)
Lo que los humanos seriamos incapaces de hacer podrían hacerlo mucho mejor los algoritmos dice ingenuamemnte la teología cibernética. Como todo instrumento es teoría concretizaada (Bachelard) queda claro que necesitamos nuevas herramientas (conceptuales y operacionales) para poner un poco de orden en tamaño aquelarre informacional.
Pero las herramientas no solo ordenan sino también crean, fue el caso del telescopio y del microscopio que inventaron a las galaxias y a los células. Es el caso del macrocoscopio imaginado por Joel de Rosnay en la década de los años 1970.
Por tal de Rosnay entendía al enfoque transdisciplinario/sistémico, no una «ciencia», una «teoría» o una «disciplina», sino una nueva metodología que permitiría reunir y organizar los conocimientos con vistas a una mayor eficacia de la acción.
Eso era a mediados de los 70, cuando no existían el Big Data o la “smartphonia”, las plataformas sociales ni siquiera la misma Internet, convertida en la mayor fotocopiadora de la historia.
40 años mas tarde el macroscopio debe cambiar de nombre y convertirse en un Datascopio, es decir en un analizador de la interacción social masiva generada no solo a partir de las plataformas sociales sino de sensores de todo tipo (estadísticas nacionales, bases de datos, relevamientos censales y medidas de output de todo tipo), que reflejan el pulso de los tiempos, que permiten comparar largos períodos y, sobretodo, que no nos obnubilan con extrapolaciones de fotografías actuales a películas que nunca ocurrieron, ni ocurrirán.
2. El prefijo smart “hype or data”
Lo «smart» se dice de demasiadas maneras. Todo es inteligente, desde el jabón a la casa, desde las ciudades hasta el coche, desde el teléfono hasta la lavadora. No hay palabra mas devaluada que la palabra inteligente (a excepción quizás de la palabra «paradigma»), por lo que deberíamos ser un poco mas cuidadosos cuando queremos cernir el fenómeno de la inteligencia (humana) pero sobretodo de su amplificación (artificial o maquinal).
Además, en el caso humano hace ya varias décadas que dejamos de hablar de una inteligencia única, o de su asociación a medidas estándares como el cociente intelectual (tan bien desarticuladas en la clásica obra de Stephen Jay Gould The mismeasure of man traducción castellana La falsa medida del hombre) que refleja poco y nada de los portentos y proezas humanas (pero también de nuestras cegueras e incapacidades correlativas).
La falsa medida del hombre investiga «la abstracción de la inteligencia como una entidad única, su localización exclusiva en el cerebro, su cuantificación para cada persona y el uso de estos números para ordenar a las personas en una escala de valor, para invariablemente descubrir que los grupos raciales, clases sociales o sexos oprimidos y en situación de desventaja son innatamente inferiores y merecen su estatus«.
Gracias a trabajos como lo de Howard Gardner (La teoría de las inteligencias múltiples (1987) Las cinco mentes del futuro. (2005)), sabemos que las inteligencias son múltiples, que los recortes de la realidad exigen de competencias muy diversas, que la expertise se dice de múltiples modos, y que “smart” es algo que hay que tomar con pinzas, proque si un jabón lo es, yo no quiero serlo como él.
Por eso nos parece una «boutade» hablar de coches o jabones inteligentes, y en cambio, nos parece muy acertado revisar las potencias inteligentes a la luz de la coevolución de nuestro entendimiento de la inteligencia artificial.
Por eso co-curamos hace poco tiempo un importante congreso sobre Superinteligencias en el DF, para saber con que bueyes (electrónicos) estamos arando.
Un evento en donde exploramos (de la manera de expertos de clase mundial como Blaise Agueras, Lev Manovich, Jean-Pierre Kloppers y Brian Arthur, entre otros), sistemáticamente qué queremos decir cuando decimos que una máquina es inteligente, cuáles son los problemas malvados (wicked), que exigen una inteligencia mas que humana para ser resueltos, y hasta qué punto podemos programar inteligencia en las máquinas si ni siquiera sabemos como lo hacemos en nosotros mismos.
Las discusiones sobre estos temas son interminables, la literatura en cantidad de revistas, papers y libros se incrementa día a día. Entre tanta paja hay que destacar el trigo de ciertas referencias que hemos incluído en la presentación que tienen mas arriba.
Inteligencia cada vez mas se equipara con analítica, a través de la internet de las cosas (en nuestro caso de los sensores) podemos medir de todo casi todo el tiempo. La industria de la analítica personal iniciada con el Fitbit en 2009, perfeccionada con el Apple Watch en 2014, plantea desafiantes preguntas a la privacidad y la seguridad. Pone en cuestión la neutralidad de las plataformas que descaradamente venden o alquilan nuestros datos, y cuestiona el supuesto de que las mediciones benefician inevitablemente a los usuarios finales.
En la relectura que hacemos aquí examinamos los presupuestos ingenuos que confunden el autobombo con la lectura inteligente de los datos, e introducimos la noción de abierto como paradigma contracultural que cuestiona la hegemonía cuantificadora de las grandes empresas acumuladoras de datos.
Además nos queda flotando la duda de porque si la analítica es tan poderosa a nivel personal y social no existe en términos de lo institucional, a excepción de las propuestas que hace la indispensable Beth Noveck llamando al siguiente Congreso de Data por Policy en septiembre de 2017, es poco y nada lo que vemos discutirse acerca de las tecnologías de la expertise (no facciosa ni instrumental).
Podemos gestionar el fitness personal colectivo, pero no nos es dado monitorear a los monitores, llámensen corporaciones o Estado. En esta ceguera frente a lo institucional (este fetichismo de las arquitecturas) la que debería ser un objeto de diseño, en vez de un coágulo de decisiones atemporales incuestionables, encontramos una grieta que pone en cuestión gran parte del discurso de lo inteligente que comparten por igual gobiernos y empresas, empecinadas en optimizar la racionalidad instrumental, pero negadores a ultranza del porqué y el para qué de estos esfuerzos. Y sobretodo negadoras de la inteligencia ciudadana distribuída como atributo supremo para una mejor governanza.
Mientras, recurriendo a numerosas propuestas y lecturas provenientes de las ciencias cognitivas, las neurociencias, la psicología cognitiva y la dataficación crítica, volvemos a objetar la idea de inteligencia asociada a una persona en particular -los personbytes como ironiza (o no tanto)- Cesar Hidalgo en Why information grows. The Evolution of Order, from Atoms to Economies (2015) y muy partivularmente a la dñiada político/asesor.
El problema no solo es que no entendemos que está pasando en casi ningún rubro (porque carecemos de herramientas para ello, y porque nos aferramos a las que tenemos que hace rato han dejado de funcionar), sino que además la inteligencia individual es harto insuficiente para entender los problemas malvados y la hipercomplejidad creciente que identificanm al DNA del siglo XXI.
Es lo que nos enseñan Steven Sloman y Philip Fernbach en The Knowledge Illusion: Why We Never Think Alone (2016). No hay sabios ni expertos que puedan descifrar el galimatías de los bucles entrelazados y de las causalidades circulares mutuas que impregnan todo análisis y toda propuesta inevitablemente derrotadas por las paradojas y las consecuencias no-queridas.
Otro tanto nos aportaron Daniel Kahneman y Amos Tversky al mostrar desde hace 40 años atrás que la mente humana se equivoca sistemáticamente cuando debe tomar decisiones en situaciones inciertas (que las hay mas cada día). Como retrata Michael Lewis en The Undoing Project: A Friendship That Changed Our Minds sus trabajos inventaron la economía del comportamiento (lo que le dio a Kahneman su Nobel de Economía en 2002), reinventaron los estudios de Big Data, ayudaron a crear una medicina basada en la evidencia y no en los ensayos clìnicos promedio, y también sirvieron para mejorar la regulación gubernamental -aunque los políticos lo olviden sistemáticamente.
Fue también un camino indicado por Adam Gazzaley & Larry D. Rosen en The Distracted Mind: Ancient Brains in a High-Tech World (2016) al revelar cuan limitado es nuestro cerebro cuando de prestar atención se trata. «El multitasking no existe» (Stanislas Dehaene). Las distracto-interrupciones propias del mundo tecnológico chocan con nuestra capacidad de ponernos (y cumplir) metas. Si queremos decidir mejor tenemos que reprogramarnos a través de la meditación, los videojuegos y el ejercicio físico. Cambiar nuestro comportamiento significa regular la accesibilidad y la ansiedad que provoca salirnos de la red, aunque sea por períodos muy breves de tiempo. ¿Qué empresa fomentaría el autocontrol en el consumo de sus productos?
En la misma dirección nos orienta Daniel J. Levitin en The Organized Mind: Thinking Straight in the Age of Information Overload (2013), nada casualmente uno de los decanos de la neonata Universidad Minerva, donde las cosas se hacen al revés de en la mayorìa de las universidades.
Todas estas obras y muchas miradas mas, nos muestran que construir el datascopio no será tarea fácil, que ya estamos atravesados por una ansiedad informacional que Internet no hizo sino agravar, que si hay alguna disciplina que está alejada de toda estas preocupaciones y problemáticas es la política.
Por eso las dos partes siguientes de esta presentación orillarán este divorcio letal entre formas de pensar (y hacer) política propias de los siglos XVI y XVII y una ecología de decisiones hiperaceleradas, en donde el pensamiento lento se opone al rápido (Kahneman), el cerebro superior al inferior (Kosslyn), de la que solo aprovechan grupos minúsculos, y que están generando gravísimos problemas ecológicos, sociales, económicos, distributivos y de diseño social, que rara vez se abordan de la forma sistemática como proponemos aquí (algo que forma el corazón del reciente opúsculo de Ernesto van Peborgh Homo Hacker: Managing Complexity To Overcome Our Planetary Challenges (Continuará).
Para entrarle a los temas de la «secesión de los ricos» y de las «manipulaciones» de la economía consultar especialmente
La economía como ciencia de la domesticación de la conciencia
Akerlof, George A. y Shiller, Robert J. La economía de la manipulación. Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado.(2016)
Atkinson, Anthony Inequality. What can be done? (2015)
Bartels, Larry M Unequal Democracy: The Political Economy of the New Gilded Age (2010)
El éxodo de los ricos
Ariño, Antonio & Romero, Joan La secesión de los ricos (2016)
Bourguignon, François The Globalization of Inequality (2017)
Conniff, Richard The Natural History of the Rich: A Field Guide (2012)
Davis, Mike Evil Paradises: Dreamworlds of Neoliberalism (2008)
Deaton, Angus The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality (2013)
Freeland, Chrystia Plutocrats: The Rise of the New Global Super-Rich and the Fall of Everyone Else (2012)
Pech, Thierry Le Temps des riches. Anatomie d’une sécession (2011)
Sayer, Angus Why We Can’t Afford the Rich (2016)
Por allí nos meteremos en el próximo post. Los esperamos en el teórico número 6.
Comentarios
Adrián Pino
Gracias a Alejandro por desafiarnos a seguir pensando más allá de lo dado. Nos inspira en nuestra Cátedra de Comunicación y Sistemas de Relación Humana de Uader (Entre Rïos) y ha provocado que desde 2015 nos decidamos a lanzar las Jornadas anuales de «Medios digitales y nuevos vínculos educativos».
Pasar por la Cátedra de Datos UBA deja una huella imborrable. Un abrazo a todo ese enorme equipo de Cátedra.
Adrian
carolina
muy bueno!!