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Hacer es conectar: el hackeo de casi todo Primera Parte

Hacia una educación mínimamente invasiva.

De la apología a la síntesis de la complejidad

Hace ya casi un siglo luchando contra el reduccionismo y el determinismo desde distintos campos empezó a hacerse una apología de la complejidad. Ludwig von Bertalanffy y su teoría general de los sistemas forma parte de esta pléyade de visionarios y anticipadores, pero como lo hemos repetido una y mil veces, sus apuestas y propuestas fueron mas que nada un herbario de consejos bien intencionados, antes que instructivos para el cambio puntual. Y el plano en el que se desplegaron sus intuiciones y anticipaciones, fue mas bien el filosófico, el epistemológico, anche el metafísico, pero nunca el de las transformaciones aquí y ahora.

Pasaron muchas cosas en ese siglo XX tachonado de maravillas y tragedias, antes de que esas admoniciones devinieran itinerario efectivo a recorrer, que en vez de consejos se convirtieran en planes de acción y que a diferencia de las retóricas deontologícas se transmutaran en ciclos de ideación/prototipeado.

Para que sea alquimia tuviera lugar intervinieron tantos factores que enumerarlos pasteurizaría cualquier inventario, ya que incluyeron dosis de epistemología constructivista, de historia social de la ciencia, de programación y bits, de lectura distante y de neomarxismo y neofreudismo, de memética y de autopoiesis y de tantas cosas mas (que jalonaron nuestra deformación cognitiva, emocional y práxica). Aún asi en el plano, simbólico, en el material y en el social no hay duda de que el factor coagulante de tantas iniciativas dispersas y raramente destinadas a un maridaje feliz han sido las redes sociales y la conectómica, que ha sido posible desarrollar en el campo de la vida social masivamente digital.

Hacer es conectar

Son innumerables las obras que han balizado este territorio en los últimos años, Pero de las varias, algunas nos sirven de hilo conductor para pintar nuestra aldea que es el mundo entero. A titulo de inventario nos vienen sirviendo mucho los textos de Ricardo Solé Redes Complejas del Genoma a Internetde Nicholas Christakis & James Fowler Conectados. El sorprendente poder de las redes sociales y como nos afectan; de Duncan J Watts Six Degrees: The Science of a Connected Age; de Mark Buchanan Nexus: Small Worlds and the Groundbreaking Theory of Networks de Albert-Laszlo Barabasi Linked: The New Science Of Networks , todos los cuales han vestido de gala sucesivas cursadas de la Cátedra de Datos desde 1996 en adelante.

Pero una cosa es leer libros y otra muy distinta es lograr que los libros nos hablen, no solo o no tanto a partir de las palabras escritas, sino de sus instrucciones para diseñar dispositivos que cambien nuestros comportamientos en todos los planos. Desde el mas pedestre (pero insondable y rara vez lograble) de hacer que la clase aquí y ahora se convierta en un evento olímpico, pasando por el rediseño institucional (como es el caso de crear Labs de Arte/Ciencia), hasta llegar a la política misma, cuando nos deshacemos de la cultura de la queja, del aquí no podemos, y de echarle la culpa a no se sabe qué tercero o cuarto nominado o no, y nos ponemos finalmente a hacer y a dejar hacer y de paso nos rediseñamos a nosotros mismos en el intento.

Este pasaje al diseño y a la acción tiene un nombre y apellido y se llama La Red. Desde hace 5, 10 o 15 años según qué baremos tomemos (velocidad de conexión, cantidad de conectados, ontología crowd, pensamiento en red) cada vez es mas (y mejor) lo que hacemos en la red: pensamos en red, amamos en red, nos informamos en red, construimos en red, disfrutamos en red, criticamos en red, reinventamos en red y la lista sigue y sigue.

El misterio y el poder de la vida en red radica en un factor único y determinante, hacer es conectar y cuanto mas y mejor conectados estemos, mejor sera lo que podamos hacer. Steven Johnson lo dijo (de paso citando a Louis Pasteur) en una pincelada genial «Chance favours the prepared mind«, y ninguna mente esta mejor preparada que la mente en red. Por eso ser en red es el formato mas potente que podemos concebir para una ontología dinámica, fluida, generativa y básicamente social.

Del cerebro, sus debilidades y fortalezas

Pero lo que se conecta en red no es un entelequia, sino un cuerpo encarnado que ostenta como penacho una masa encefálica que pesa 1.5kg y de la cual no hay en todo el mundo apenas 10 millones de Toneladas, lo que no es nada poco si recordamos que el recientemente reflotado Costa Concordia (que será un gran protagonista de esta historia de hundimiento y reinvención (pero no reflote) de la educación) pesaba «apenas» 114.500 Toneladas, el doble que el Titanic).

Si le rendimos un sentido homenaje (y el mejor que podemos hacerle es estudiarlo a fondo) a su majestad el cerebro, es porque éste es el punto de partida y de llegada de todo aprendizaje, de cualquier estado vivido, de los estados de conciencia e inconsciencia, de nuestra felicidad y de nuestra perdición.

Dado que la diferencia anatómica u fisiológica que hay entre el cerebro de los genios y de los normales como nos, la de un griego de la era de Pericles o la de un español de la era de Cervantes, de un atleta olímpico (figura muy alabada en el último TEDxTigre 2013), o de un empleado de banco estándar es nimio, deberíamos preocuparnos mucho por saber, porque padecemos todos los problemas globales que se inventarían monotemáticamente (pobreza, agresión, malnutrición, economías aniquiladoras, diferencias abismales de ingresos, maltrato ambiental creciente, etc etc). Y que casi nunca se les halle una solución, duradera.

Y ello sobretodo porque el cerebro es infinitamente mucho mas complejo, flexible y poderoso que las decisiones políticas (personales y colectivas) que él (cree) toma(r), que son de una cortedad de miras, de un sectarismo sorprendente, y sobretodo de una autocomplacencia (que ignora el mal que con cda decisión autista le infligimos a otros y a nosotros mismos), de resultas de nuestra miopía cognitiva, emocional y relacional.

De tal cerebro tal educación y viceversa

Lo mismo que ocurre con nuestro cerebro -que puede todo en potencia pero tan poco en acto- ocurre con la educación. Los humanos somos aprendedores seriales, pero al mismo tiempo nos equivocamos en serie. La magia del aprendizaje de la lengua materna (reconstruida con un celo y una capacidad analítica excepcional por Deb Roy en The birth of a word) es una oda a la alegría del aprendizaje sin fin.

Curiosamente es enorme e indescriptible lo mucho que cuesta el aprendizaje de una segunda lengua o de cualquier materia obligatoria, en comparación con esa fluidez y apropiación sin límites de la lengua materna. Hay algo en el aprendizaje espontáneo (que tiene muy poco, de genético salvo la predisposición, y que necesita evidentemente de «triggers» y catalizadores externos para llegar a buen puerto), que no tiene el aprendizaje planificado o pedagógico que despierta casi todos los «errores» del cerebro y muy pocas de sus maravillas.

La educación es mucho mas compleja que las decisiones administrativas que toman los ministros, los supervisores, los inspectores, los directores de educación, los burócratas del aprendizaje y eso mas allá de las buenas intenciones. Cada declaración de lo que la educación debería ser (la pedagogía de la enunciación) va a contramano de lo que es (la pedagogía de la sorpresa y las preguntas), pero sobretodo ignora los innumerables episodios de aprendizaje espontáneo, informal, cuasiautomático, inducido por los pares, pero sobretodo por el deseo de aprender lo que cada uno necesita saber.

Hay un divorcio creciente entre la complejidad y la educación, del mismo modo que hay un divorcio creciente entre la tecnología y la política. Y a menos que hilvanemos inconsutilmente estas cuatro dimensiones estratégicas del aprendizaje y del ser social significativo, seguiremos dilapidando fortunas en balas mágicas que ni siquiera son de plomo, y muchas veces ni siquiera de arcilla, pero que tienen efectos no menos nefastos.

La cantinela de qué debemos tener políticas de Estado ignora cómo lograrlas, soñamos (o al menos eso aparece en las campañas políticas) con imitar a las ciudad inteligente de Singapur (la primera en el rubro), o en crear un sistema educativo como el finlandés, o crecer a tasas chinas, cuando nosotros no somos (para bien y para mal) ni singapureños, ni finlandeses, ni menos chinos, ni lo queremos ser.

Probablemente la dimensión mas ignorada por los políticos sea justamente la de la complejidad (del aprendizaje) que se declina de infinitos modos. Que está lejos de cualquier intención voluntarista, y que puede transformar sociedades en pocas décadas (es el caso de los tres ejemplos antes mencionados) pero solo en condiciones de continuidad, estabilidad, refuerzo y sobretodo uso constante e inteligente del cerebro como no vemos por nuestros lares.

Es por ello que si no educamos (en complejidad) a los políticos no podremos politizar (en complejidad) a la educación. Y viceversa. Porque sino politizamos a la educación nunca tendremos una política de la complejidad. Y por ahora vamos perdiendo en ambos rubros por goleada.

Es por ello que si no educamos (en complejidad) a los políticos, no podremos politizar (en complejidad) a la educación.

Estamos hartos de los finlandeses…

Mejor dicho estamos hartos de que se invoque el ejemplo finlandés como encarnación de políticas de Estado vacuas y simplemente declamativas. Sabemos perfectemente bien porqué a los finlandeses les va tan bien como les va. Ello obedece a que

  • son pocos
  • saben demasiado
  • enseñan por proyectos
  • estan sobrecalificados
  • son antidisciplinarios
  • no creen en la tecnomagia

Nosotros queremos ser finlandeses al uso nostro, es decir sin que por estos pagos se de ninguna de esas condiciones o constricciones, y aun asi sejopr mejor que ellos. Como este video lo deja maravillosamente en claro, dondequiera que vamos, adonde quiera que nos llaman (o nos hacemos llamar), trátese del tema de que se trate llegamos sabiendo todo, y son muy pocos los que salen sabiendo algo..

En estas condiciones oara que podamos aprender mejor y distinto debemos deconstruir todo lo que tenemos. La política de los parche continuos (donde pendularmente le atribuimos todos los males o todos los remedios a un factor causal alternativo y exclusivo: los (malos) docentes, los (pésimos) alumnos, las clases (atestadas), el pago (horrible), la falta de formación, el exceso de formación, el contagio maligno de los medios masivos, la falta de atención a la historia y a la memoria y últimamente la victimización que tiene nombre y apellido en las redes sociales: Facebook. Twitter, Foursquare, Whatspp, pero sobretodo en Google como máquina de borrado de la atención y de imposición de un pagerank tendencioso de los recuerdos, nos ha hundido irreversiblemente.

El sistema educativo tal como existe es irrecuperable (como el Costa Concordia ¿o no habría que rebautizarlo Costa Discordia?). Por ello lo mejor que podemos hacer es reflotarlo y desguazarlo, operación que por otra parte insumió año y medio y costó la friolera de 600 millones de dólares. Ni scrapear algo grande sale barato en estos días.

Pero ojo esta operación exige paradójicamente una capacidad de intervención minúscula, una estrategia laparoscópica mínimamente invasiva, una política de los toquecitos de mínima incisión y máxima potencia (como los innumerable cables que pudieron dar vuela al paquidermo hundido)

Reinventar el sistema educativo supone hackearlo casi todo al mismo tiempo:

  1. El espacio
  2. El tiempo
  3. La curricula
  4. La evaluación,

con la misma intensidad y sin temor a perderlo todo por no querer quedarnos con casi nada de lo que teníamos (aunque al final será mucho lo que recuperaremos, pero esa es otra película)

De la pedagogía de la enunciación a la pedagogia de la sorpresa (cerebridades)

El orígen de todos nuestros males pedagógicos está sobrediagnosticado y aun así no queremos revisar ninguno de los supuestos de qué es lo que no anda, de la iatrogenia educativa que nos lleva a multiplicar al infinito la ceración de escuelas y de instituciones que no enseñan (como proclaman), pero sobretodo que no dejan aprender. Y una de las aristas mas peligrosas que han amplificado este juego de suma cero es la ignorancia que la escuela (y la universidad) muestran hacia lo que la ciencia nos dice acerca de cómo se aprende, quiénes aprenden, cuándo se aprenden y porqué se aprende.

La revolución neurocientífica ha quedado (como la la de las redes sociales, la de la visualización de la información, la de inteligencia emocional, la de ecología de los medios, la de la programación infantil masiva) a las puertas de la escuela.

¿Porqué ciencia y pedagogía están enfrentados a muerte? Si no nos hacemos esta pregunta (y no la resolvemos rápido) el actual estado de hambruna pedagógica alcanzara ribetes trágicos. Y aunque no nos tragaremos el anzuelo de las respuestas únicas, queda claro que la educación ignora elementos centrales de la biología del conocimiento, de que aprenden los cuerpos y no un cerebro aislado, de que saber es hacer y conectar prácticas significativas y no datos o huellas mnésicas desparramadas. Empecemos por dar solo dos indicadores archiconocidos.

(Continuará)

Comentarios

  1. Daniel Flichtentrei

    Tremendo, certero como un tiro en sien. ¡Felicitaciones! Nos quedamos con ganas de más…

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