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Con F de familia, pero también de fraude

Facebook Inc., la empresa de redes y medios sociales creada en 2004 por Mark Zuckerberg, surge con la idea de crear una comunidad global, inclusiva e informada, donde las personas pudieran compartir sus gustos y sentimientos. Lejos está ahora de ese ideal que le dio vida ya que los dos últimos años fueron de turbulencias: el malestar de medios y usuarios por el origen de los contenidos y el destino de los datos de la plataforma se suma al escándalo alrededor de una posible interferencia rusa en las elecciones presidenciales en los EE.UU. a través de la manipulación de la opinión pública, utilizando noticias falsas (las famosas fake news) dirigidas a lectores seleccionados específicamente mediante el estudio masivo de información personal basada en consumos y conductas.

Recientemente, la compañía tuvo en un día una caída de 120 mil millones de dólares en la Bolsa de Nueva York, lo que representa un desplome histórico. Sin embargo, simboliza sólo una fracción del valor de la empresa que sigue creciendo a pesar de tener una menor cantidad de nuevos usuarios y un margen de ganancia inferior al que aspiraban en los últimos meses.

Zuckerberg fue llamado a declarar ante el Congreso de Estados Unidos para explicar el funcionamiento de la empresa y la plataforma, el uso de datos y la posible malversación de los mismos. Aunque fue un momento poco grato para el CEO, el acontecimiento no llegó a poner en jaque la operatoria de la empresa, mucho menos redefinió sus límites, e incluso, por el contrario, dejó al descubierto la ignorancia de los congresistas. Las leyes nacionales no logran controlar a estas compañías que exceden a las naciones, o en palabras de una investigadora sobre nuevos medios, la holandesa José Van Dijck, “los dueños de las plataformas tienen más poder que los presidentes de un país” (2016).

Quizás como usuarios estamos frente a una crisis de confianza y de pérdida de la tecno-inocencia. Cuando internet y los celulares aparecieron, se los presentaba como una revolución liberadora con puros beneficios en la que podías hacer lo que querías, comunicarte con todos tus amigos y familiares, mantenerte informado, opinar libremente, etcétera. Pero detrás de toda esta promesa se encontraba oculto el modo en que operan en la actualidad las empresas tecnológicas.

¿Qué hace realmente Facebook con esos datos que nosotros podríamos considerar irrelevantes? ¿Cuánto estamos dando a conocer y cuánto de eso es comercializado? A gran escala todos los datos son útiles, la suma de pequeños datos personales como nombre y apellido, escuela secundaria y universidad a la que asistimos, grupos en los que participamos, videos que vimos, me gustas que dimos, fotos que nos detuvimos a mirar, palabras que usamos, personas con las que nos relacionamos y toda esa misma información repetida en millones de usuarios a lo largo del mundo (2.200 millones de usuarios que ingresan por mes al menos una vez), representa una fuente de información inmensa. Son datos capitalizables que mínimamente se traducen en publicidades teledirigidas.

En este momento podríamos preguntarnos ¿Facebook nos conecta con nuestros amigos? ¿Es la plataforma para recordar el cumpleaños de un primo, de un amigo de la primaria, de una vecina o un ex novio? ¿O es más bien una aspiradora de información que entregamos gratuitamente a cambio de conexiones e interacciones virtuales? ¿Cuánto saben ellos sobre nosotros y cuánto nosotros sobre ellos considerando que los términos y condiciones de la plataforma son más largos y complejos que la Constitución de Estados Unidos?

Estos planteos han generado movimientos como el #DeleteFacebook que instaba a borrar las cuentas de la plataforma que, aunque ganó cierta tracción y mediatización, no representó para nada una amenaza para la compañía. En cambio, los usuarios optan por usar Facebook de otra manera: algunos optan por utilizar Gmail como método de registro en aplicaciones de terceros, otros se mudan a Instagram o se comunican por WhatsApp.

Considerando que tanto Instagram como WhatsApp pertenecen a la misma empresa, Facebook Inc., y que Google es otro monstruo de proporciones épicas que se alimenta de nuestros datos, ¿Estamos realmente cambiando algo?

Algunos dirán que más bien lo que se generó es una crisis de ansiedad, de una paranoia  tecnológica colectiva en la que nos sentimos espiados completamente y tapamos la cámara de nuestras laptops con cinta en caso de que nos estén mirando constantemente. Por eso experimentamos miedo, incomodidad o frustración cuando vemos series como Black Mirror, que reproducen con tanta fidelidad una visión agónica del futuro cercano.

Facebook trabaja constantemente en una estrategia que limpie su imagen y le devuelva un poco de la confianza que supo ganar durante estos 14 años de existencia. Por este motivo es que publicaron un video realzando y recordando que son la plataforma social que conecta familiares y amigos. Pero en definitiva, ¿Podemos confiar en ellos o acaso seguimos siendo cuerpos conectados a una Matrix como si fuésemos baterías larga vida cargadas de micro datos que alimentan a un cuerpo gigantesco y a la vez invisible?

Autores

Guido Guasqui
Victoria Alomar
Leila Albarracin
Juan Bautista Pellizari
Macarena Sánchez
Antonella Picarelli
Agustina Rodríguez Orella
Débora Toranzo
Priscila Bilotta
Martín Papatolo

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