Allá por el 10 de agosto de 1628, un barco de enorme envergadura (tres mástiles capaz de portar diez velas, una altura desde su extremo superior a la quilla de 52 metros, 69 metros de eslora, y un peso de 1.200 toneladas )abandonaba el atracadero bajo el Castillo de las Tre Kronor (Estocolomo) en su primer viaje. Sus velas se desplegaban majestuosas disparando salvas a través de sus 64 cañones.
Inesperadamente el viento lo escoró, comenzando el agua entrar por la portas abiertas de los cañones ocasionando un lento hundimiento. En el siglo XVII no se aplicaban todavía cálculos teóricos para establecer la estabilidad de las embarcaciones, basándose su construcción en las experiencias previas. Para introducir novedades tecnológicas – artillería pesada dispuesta sobre una batería doble– había que probar a través del ensayo y error. El Vasa pesaba demasiado sobre su línea de flotación y fue incapaz de enderezarse para recuperar el equilibrio cuando el viento lo ladeó.
La expertez desarrollada por la Liga Hanseática que dominaba el comercio en el Báltico uniendo el Mar del Norte enlazaba diversas y prósperas ciudades . El Vasa se enfrentó ante la sobre dimensión (el rey obligó a añadirle un puente más y otra doble fila de cañones, para aumentar su capacidad de fuego). El motivo? En dicha época Suecia se encontraba en hostilidades contra Polonia (Guerra de los 30 Años entre católicos y protestantes) deseando obtener el control total del comercio y establecer un mismo credo religioso .
Fue asi que el rey sueco Gustavo Adolfo II de Suecia de la Casa Real de Vasa, vio hundirse el orgullo de la marina real.
400 años más tarde, un arqueólogo e historiador aficionado sueco, Anders Franzén, descubrió que en la bahía de Estocolmo el agua no crea parásitos xilófagos (que son los que corrompen la madera): por una conjunción de casualidades de salinidad, temperatura y composición mineralógica, . Por tanto, un trozo de madera sumergido tarda en descomponerse. En 1956 fue localizada la posición exacta del Buque y comenzaron los trabajos de rescate. En el día de hoy, se puede visitar el Vasa, (se ha rescatado el 98% de su estructura) emplazado en un Museo diseñado especialmente para disfrutar de su belleza.
Egos, dominación, poder. No son sólo palabras sino dimensiones de un posible recorte que podríamos establecer en vínculo con los diferentes procesos de dominación y control político/ social. La abstracción mecánica a la que alude Benjamin Bratton en Terraformación, fue un lento proceso provocando una artificialidad de lo terrestre, un encantamiento de imágenes sucesivas del mundo mismo. La advertencia que realiza es conocida por nosotres (de la mano de Bruce Mazlich en La Cuarta Discontinuidad) : las diferentes estrategias de dominación y control hablan de un obstinado y narcisista egocentrismo.
«El trinomio Copérnico/Galileo/Newton había reconciliado al mundo terrestre con el celeste, rompiendo la exclusividad humana en cuando a disociarnos de la historia natural del universo. Darwin haría lo propio dos siglos mas tarde suturando la discontinuidad entre nuestro linaje animal y nuestra prosapia humana. Freud terminaría de asestar un golpe equivalente al hundir nuestra fantasía de racionalidad extrema en el fango de un inconsciente implacable» (Mazlich, 1967).
El rey sueco Gustavo Adolfo deseaba controlar el flujo de comercio (como el desarrollo de la creciente burguesía) de la Liga. A través de una gran flota organizaba la gran artificialidad de las ciudades. Esta regularidad anómala, este orden que fue constituyendo representa un ejercicio no local sino terrestre (Latour).
En el presente siglo, el urbanismo a escala planetaria datifica una nueva sutura: la pretensión que la inteligencia artificial anule la distancia que existe entre la inteligencia humana y la de las máquinas.
Los algoritmos nos reinventan día Comprender los patrones potenciales en los niveles de población futuros es crucial para anticipar y planificar las cambiantes estructuras de edad, las necesidades de recursos y atención médica, los paisajes ambientales y económicos.
Sin embargo, la poesía también nos muestra un camino inesperado:
«No seguiré por donde lleve el camino, sino que iré por donde no hay nada. Y dejaré un rastro”. (Muriel Strode)
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