Modernidad, postmodernidad. Palabras vacías si no las contextualizamos. Las rodeamos en forma continua en nuestro cotidiano pero no las comprendemos en su bestialidad, en su impacto en nuestra naturaleza sensitiva, relacional. Qué cosa ésta de emplear abstracciones conceptuales en nuestras conversaciones.
Cual ambulancia en emergencia, nos detenemos en cada signo vital de nuestro paciente para indagar su estado. Constituimos un registro en forma constante: tomamos la temperatura del cuerpo, contabilizamos su pulso, prestamos atención a su respiración, establecemos y registramos la frecuencia respiratoria, registramos su presión sanguínea. Datos y más datos confluyen en una mirada. Los mismos serán muy importantes a la hora de detectar o monitorizar problemas de salud.
– Lo veo agitado pero sus signos no dan cuenta de este estado. Piense lo que me va a
contestar. Dígame:
Puede seguir estos dedos?
Dígame qué día es hoy?
Las matrices se hacen presente. Se resignifican en cada contestación. Qué implican? Tomemos un instante, buceemos en un ejemplo:
Qué es el pulso? El ritmo del pulso es la medida de la frecuencia cardiaca, es decir, del número de veces que el corazón late por minuto. Cuando el corazón impulsa la sangre a través de las arterias, las arterias se expanden y se contraen con el flujo de la sangre. Al tomar el pulso no sólo se mide la frecuencia cardiaca, sino que también puede indicar: el ritmo del corazón y la fuerza de los latidos.
El pulso normal de los adultos sanos oscila entre 60 y 100 latidos por minuto. El pulso puede fluctuar y aumentar con el ejercicio, las enfermedades, las lesiones y las emociones. Las niñas de 12 años de edad y las mujeres en general, suelen tener el pulso más rápido que los hombres. Los deportistas, como los corredores, que hacen mucho ejercicio cardiovascular, pueden tener ritmos cardiacos de hasta 40 latidos por minuto sin tener ningún problema.
Volvamos a nuestra escena anterior. Somos el paciente y nos preguntan: cuàl es su sensación? Su corazón está latiendo con violencia? Se siente acelerado? ¿Siente latidos que se saltan o se detienen?¿Su frecuencia cardíaca se siente lenta o rápida cuando experimenta las palpitaciones? ¿Son los latidos acelerados, frecuentes, fuertes o agitados? ¿Hay un patrón regular o irregular para la sensación de latidos cardíacos inusuales? ¿Comenzaron y terminaron las palpitaciones de forma repentina? ¿Cuándo ocurren las palpitaciones? ¿En respuesta a recuerdos de un evento traumático? ¿Al acostarse y descansar? ¿Cuando cambia la posición del cuerpo? ¿Cuando se emociona?
Transitamos un mundo en donde el software ha tomado el comando. Aparece invisible (extraña imagen la señalada) pero se ha vuelto un layerque está adherido a todo rastro social contemporáneo, constituyendo un flujo permanente.
Simulemos un instante no comprender, volvamos a la metáfora del paciente. Nuestro ritmo cardíaco ingresa bajo un patrón. El mismo se encuentra constituido socialmente, culturalmente. Pero nosotros, nos vemos reflejados en él? Si somos individuos, somos únicos, somos nuestro dolor, nuestra punzada. Por qué ser sometidos a lecturas y promedios de otros?
Las matrices se hacen presente. Se resignifican en cada contestación. Lo que se siente se regula por fuera a través de patrones establecidos a través de poblaciones que quizás tienen muy poco que ver con nosotros, con nuestros hábitos y consumos culturales, con nuestra complejidad.
La interfaz (médico) actúa como código que transporta mensajes culturales en soportes diversos. Nos ubica, nos determina en un paradigma en donde estar sano, no depende ya quizás de nosotros, sino de Otro. Lecturas cercanas y lejanas al hombre – paciente.
El referente de certeza ahora llamado médico, utiliza su enciclopedia, su vademécum, para organizar y dar cuerpo a nuestros síntomas. Los medicamentos que recomienda se mueven en el universo quìmico de nuestros cuerpos. Lo agregado y lo individual en un simple movimiento. Claro, las bacterias son una abstracción, una forma de vida en el microscopio social y en nuestros cuerpos.
El software, parece haberse vuelto un layer que está adherido a todo rastro social contemporáneo. Ha mutado, se ha vuelto cultural. Ha salido del mundo de los dígitos para organizarnos y regularnos en una transparencia absoluta.
Orgánicamente invisible, nuestra cultura corre bajo sus efluvios algorítmicos. Cómo ha sacudido el mundo y penetrado al mismo tiempo en nuestro cotidiano?
Juega con nosotros
Manovich nos provoca: “ un código puede también suministrar su propio modelo de mundo, su sistema lógico e ideología, y los mensajes culturales o los lenguajes enteros que se creen posteriormente en ese código se verán limitados por ese modelo, sistema o ideología que lo acompaña”
El mundo de hoy no se define (solamente) por pesadas maquinarias industriales sino por el software que se encuentra en un flujo permanente. Pantalla que organiza nuestra mirada, catalizador de nuestra memoria y nuestra imaginación. Un lenguaje universal que el mundo emplea para hablar y un motor universal que propulsa el mundo. Lo que fueron las antiguas compuertas evolutivas (fuego, rueda) la electricidad y el motor en combustión para los primeros años del siglo XX, el software nos contiene y enmarca el siglo XXI.
Hitchcock retrato en Spellbound (Cuéntame tu vida) lo complejo de la mente humana, sus (re)versiones tomaron cuerpo de la mano de Dalí . Nuestras ideas se amplificaron en la pantalla. El Tecnicolor invadió el campo de lo inconsciente. Los escenarios que diagramo este artista plástico para la película actuaron como soporte del “mundo imaginado o posible” que nuestro inconsciente repliega.
Hoy, las modelizaciones se presentan sin mediación alguna; los layers son cada vez más transparentes: ecografías, simulaciones de recorridos de GPS, estimaciones de tiempo de espera en consultorios, interfaces de escritura y lectura, inmersiones y transformaciones no solo en video juegos sino en la forma de vincularnos con el otro.
Ya no hay tiempo para la pregunta. Los datos se nos organizan y están allí. No hay secreto, magia o ilusión. La nueva estética organiza nuestra imagen del mundo, la informatización cultural es ubicua como nuestra pantalla.
– Dígame….visitamos a su hijo? (propuesta de un ecografista a una joven madre)
El bebe que “siente la madre”, que forma parte de su cuerpo, ahora mágicamente es visible. Las frecuencias de onda se organizan en la pantalla y dan cuenta de su presencia bajo un formato visual.
Es necesario que nos “cuenten” lo que vemos? Sentimos al bebe en el interior y ahora se corporiza de forma tal, que no es necesario el relato. Esta allí, en la superficie de la pantalla. La simple digitalización de las vibraciones, acarician nuestra alma. Cuántas veces hemos acariciado la pantalla o sonreído con una foto.
El cine como remediación: la convergencia a flor de piel
Nuestra enfermera muta. Converge en su contexto de cuidado. El sable del samurái de Beatrix Kiddo corta la pantalla. Un remix profundo delata el deleite del espacio digital.
Conocimientos previos, consumos culturales, nuevas habilidades cognitivas para trabajar en red: la adoración al altar de la convergencia hace su expresión en estos espacios.
La cultura de la convergencia cartografía un nuevo territorio en el que los viejos medios y los nuevos se entrecruzan; donde los medios populares chocan con los corporativos; donde el poder del productor mediático y el del consumidor interaccionan de maneras impredecibles. Somos otros disociados, somos colectivos, somos en algunos casos, más que humanos.
La revolución de los paraguas, nos empapa de estas dinámicas que se desenvuelven en el espacio social, colaborativo, participativo. Las multitudes ahora inteligentes se conectan, organizan, deliberan, construyen a través y sostenidos por el software. Los teléfonos se alzan como velas, como puños cerrados. Somos un colectivo a través de la tecnología. Somos potencia, conectividad, voz.
El Firechat se descarga del Playstore y en 24 horas, 100000 personas son multitud global. Ya no es necesario estar conectado a Internet ni a la telefonía. Es hora de los usos desviados. A qué nos referimos. Hace años, pensadores del campo de lo social señalaban una interesante afirmación: ante diseños explícitos de control, construcción de autonomías. Lo orwelliano de dicha afirmación remite a la posibilidad de las alternativas, de cambios inesperados, de la posibilidad, de lo incierto.
Toda tecnología tiene un objetivo explícito pero en mano de los sujetos, de su historia, de su necesidad (puesta en relación), de su contexto, aquello que se pensó adopta también otras formas. Es en ese movimiento, en donde los usos desviados toman caminos impensables. Las arquitecturas dispuestas en las ciudades modernas, facilitan quizás sin preverlo, canales comunicativos. Estos puentes establecidos a través del wi –fi y su potenciación (bluetooth) a través de los dispositivos electrónicos, organizan una nueva matrix. Los hermanos Wachowski son citados en la voz de los estudiantes de Hong Kong: frases de la película V de Vendetta, son enunciadas y escuchadas planetariamente.
Como conejos, la información salta (se escapan del armario como en el cuento “Carta de una Señorita en Paris” de Cortazar) . Imposible de controlar, imposible de eliminar. Coevoluciona, se expande y estalla en acontecimiento.
Estos escenarios se presentan en el campo comunicativo, en el social. Se recrean constantemente mundos a través de narraciones transmediales y nosotros, sujetos, cual barquito de papel, navegamos sus aguas.
Convergencia, mediamorfosis, coevolución. Mutaciones que se producen constantemente a nuestro alrededor, embistiendo nuevas auras a los objetos. Benjamin nos advirtió de la singularidad, de la experiencia de lo irrepetible. Este ingrediente se cuela en el nuevo movimiento.
¿Y el tiempo?
El tiempo fue solo un instante.
Nos perdimos en su segundero para darnos cuenta que es la experiencia, el tránsito por la misma, la que nos modifica independientemente de la arquitectura que se había establecido.
Claro, nos dice nuestra enfermera. La experiencia, ahora también es digital
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