¿Un hecho como tantos otros?
Estaba volando de Guadalajara a México DF cuando la noticia estalló como como un rayo. Facebook había comprado WhatsApp y nada sería igual ¿o si? Aprovechando nuestras magníficas tenidas de los miércoles con el colectivo de la Corporación Colombia Digital, nos abocamos a hacer en tiempo real una recaptura del fenómeno, aprovechando para leerlo desde distintos ángulos, para ponerlo en perspectiva en la intersección cultura/negocios digitales, y para sacarle el jugo a una movida inesperada y eventualmente suicida, pero que nos dice mucho acerca del presente complejos, efímero y sobretodo contradictorio en el que estamos viviendo.
Que la historia tiene sus ironías pueden decirlo mejor que nadie el propio Mark Zuckerberg, o su departamento de personal, el cual en 2009 decidió no tomar como empleados de Facebook a Jan Koum & Brian Acton (aquí una buena semblanza), obligándolos a mirar hacia adelante llevándolos a una nueva aventura que acaba de culminar en una adquisición de proporciones (la mas grande de la historia digital)
Pequeños ingredientes que importan y mucho
Sumando evidencias a esta visión tan granular de la historia, el fuerte de WhatsApp que es su mensajería, nació gracias a que Apple permitió que las notificaciones aparecieran «empujadas» en sus pantallas, algo tan inesperado o casual, como el que los héroes/villanos de hoy no fueran contratados por el equipo de Zuckerberg en su momento.
Consiguiendo que 5 amigos invirtieran U$ 250,000 cada uno en el proyecto maniobraron astutamente para que su aplicación ofreciera mas funcionalidads que el SMS de las telefónicas (a las cuales según los analistas estas app, así como Telegram, Kik, Line o WeChat habrían arrebatado unos U$32 mil millones de negocios anuales), permitiendo enviar imágenes y piezas cortas de audio, agregando el acuse de lectura de los mensajes (igual que en los BBM), etc etc.
La dupla consiguió U$ 8 millones de la nunca bien alabada Sequoia Capital por una porción de 10 al 20% de la compañía, que se tradujo en 3.000 millones cuando Facebook la compró hace tres semanas atrás. Como resultado de la compra mas que bienvenida, hoy Koum tiene U$ 6.5 mil millones en sus faltriqueras.
¿Porqué toda esta locura?
A esta altura los números de la compra se han revoleado incesantemente y no por eso la compra parece menos insensata. U$ 4 mil millones en efectivo, U$ 12 mil millones en acciones comunes de Facebook y U$ 3 mil millones en preferidas, no es algo que se haya visto antes y probablemente tampoco después, en este mundo de los números gigantescos. También los valores de la potencia de intercambio de la compra han sido enunciados infinidad de veces: miles de millones de mensajes intercambiados y 600 millones de fotos diarios (tantas como en el propio Facebook)
Para tratar de buscar alguna comparación quienes bendijeron la operación (no tanto porque fuera una genialidad comprarla sino porque hubiese sido una locura dejar que la comprara Google) insisten en que después de todo no salió tan cara en términos de dólares por usuario: U$42 por usuario WhatsApp contra U$153 de Linkedin y U$140 por cada usuario de Twitter
Aunque claro haber pagado esa millonada por una empresa que cobra casi un dólar por cliente anualmente (cuando millones de sus usuarios ni siquiera lo pagan), no resiste ningún análisis cuando recordamos que ese valor de mercado es superior al de empresas de carne y hueso (a veces temblequeantes) como Sony y Gap
¿De la burbuja de las punto.com a la burbuja de las redes sociales?
Cuando vuelven al tapete comparaciones como éstas, es fácil retrotraernos a los idus del año 2000 que precedieron a la caída de la burbuja de las .com (que comentamos con exagerado detalle en nuestra obra de entonces La generación Nasdaq). Como este maravilloso diagrama muestra
casi 3 lustros mas tarde nos encontramos con compras millonarias (como el pago de U$ 1.000 millones que hizo Facebook por Instagram). Ya son U$ 42 mil millones las fusiones y adquisiciones acaecidas en los dos primeros meses de 2014. ¿Será el principio del fin o el fin de principio?
Obviamente comprar WhatsApp no soluciona el problema de fondo que tiene Facebook que es generar mas audiencia para atraer mas publicidad, detectar mejor qué quiere la audiencia para vender mas publicidad, e involucrar a la audiencia para conseguir mas publicidad -algo en las antípodas del DNA de WhatsApp que es libertario y pro-usuario sin interferencias publicitarias ni manipulaciones marketineras.
Si bien los rivales en en el área no alcanzan ni remotamente a su base de usuarias o (Kik tiene 100 millones, Line 300 millones y Blackberry 80 millones) cualquier error de Facebook jugueteando con WhatsApp podría destruir su base de usuarios, y por ende el objetivo de esta enorme operación.
Como bien dijo Kara Swisher esta fusión es equivalente a la colecta que hace permanentemente Disney de distintos canales de cable. Pero la diferencia en la comparació no es menor. Todos esos canales trabajan con el mismo modelo de negocios y aumentan el poder de negociación de Disney. WhatsApp y Facebook son dos monstruos de naturaleza muy diversa. Una operación de estas carecterísticas se parece mucho mas a como si Google comprara a Motorola, HP a Autonomy, o a la barrabasada (que ocurrió realmente) de que News Corp comprara a MySpace, o AOL a Time Warner.
Aunque es difícil anticiparlo hoy no sabemos a qué merger -si exitoso o fracasado- se parecerá éste, pero la magnitud de la compra mucho nos dice acerca de la necesidad de monetizar ingenios, de evitar perdernos en burbujas y tulipanes digitales (o sucumbir a ellos), de magnitudes gigantescas, y de tantas cosas sobre las que hemos escrito ya aburrida y abigarradamente durante casi dos décadas
Otros ángulos y el advenimiento de una heurística analitica
Quizás mas interesante que ir en esa dirección trillada, deberíamos analizar estas movidas gigantescas a la luz de los temas que nos están obsesionando en los últimos años, como el Big Data, aceptar o cuestionar que los datos generan (supuestamente) su propia interpretación, la contraindicación que nos brinda generosa y astutamente como siempre Genis Roca, cuando insiste que en vez de Big data (compras, usuarios, publicidad, etc) deberíamos ver cuáles son las Big Questions que los subtienden, con su maravillosa metáfora del molar gastado (ver lo no visto y generar indicadores que resalten su valor heurístico), la necesidad de aprender a preguntar, y la oportunidad de contar mas allá de con una analítica ciega, o con una heurística vacía, con un nuevo tipo sintético de indagación que podríamos bautizar como heurística analítica (una abducción que en vez de partir de un caso lo haga de millones de ellos).
Es imposible entender esta compra si no la asimilamos a qué etapa del desarrollo de Internet corresponde. Como también nos enseñó Genis no es posible puntuar ningún hecho que acontezca aquí y ahora en la red sin adscribirlo a cuál de las cuatro grandes fases en el desarrollo de la red corresponde.
¿Corresponde la compra de WhatsApp a un ejemplo tardío de Internet 2 (de las empresas), o de Internet 3 -algo mucho mas probable- como corresponde a la Internet de las personas)? ¿O la compra se asienta realmente en el horizonte de lo que se viene que es la Internet de las cosas o de los servicios (Internet 4)? Cada etapa tiene/tuvo su especificidad y probablemente por llegar demasiado temprano o demasiado tarde miles de empresas sucumban en el intento.
¿Cuál es la especificad de cada etapa, y cómo se vincula ésta a estas operaciones descomunales? Hay tantas estrategias de internet como momentos de su despliegue y cada empresa (o consultora) deberá estar atenta a como se trepa a este coche en movimiento (al que hay que cambiarle las ruedas en medio del propio desplazamiento) a las diferentes etapas que es la mutación de la red.
¿En qué punto de esta evolución están nuestros clientes actuales, pasados o futuros? ¿Cuánto podemos/debemos ofrecer en términos de servicios personalizados (un estudio pormenorizado de apps inesperadas y llamativas son aqui el mejor predictor del marketing de contenidos al que podemos aspirar). Antes de seguir apostando a fases ya periclitadas de la red, o a fases que solos existen en nuestra imaginación, pero que no despiertan ni el interés ni el deseo (especialidad de Jobs de inventar productos que sus usuarios ni siquiera podían imaginar que necesitaban o anhelaban) de los usuarios del futuro.
Comentarios
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