Lecciones inaugurales de la gran siete
En 1977, el Collège de France creó la cátedra Semiología Literaria y designó como profesor titular a Roland Barthes por consejo de Michel Foucault. Desde entonces su El Placer del texto. Lección inaugural se ha convertido en un texto clásico de permanente consulta.
Barthes examinó en esa obra los efectos de la escritura sobre aquel que recorre el texto, algo que revolucionó a la crítica literaria, sorprendiendo tanto a las perspectivas conservadoras como a las radicales. ¿Qué gozamos del texto? Una razón táctica nos lleva a formular esta pregunta: es necesario afirmar el placer del texto contra las indiferencias de la ciencia y el puritanismo del análisis ideológico, pero también contra la reducción de la literatura a simple entretenimiento.
Barthes moriría trágicamente tres años mas tarde pero esa alocución (semejante a El orden del discurso que el mismo Michel Foucault pronunciara en 1970 como «Lección Inaugural» que ofreció en el Collège de France, cuando sucedió a Jean Hyppolite en la cátedra “Historia de los sistemas de pensamiento”) nos inspiró a iniciar esta tradición en la cátedra @datosuba en la Universidad de Buenos Aires desde agosto de 2022. En El orden del discurso Foucault -con quien cursamos embobados cursos inolvidables a lo largo de todo el año 1969 en la Universidad de Vincennes, en Paris-, abdicaba de la visión genealógica de sus obras previas incluyendo La Arqueología del Saber. De ahí en adelante -hasta su muerte en 1984- buscaría comprender las tácticas y estrategias que utiliza el poder, enumerando todos los procedimientos utilizados para conjurar los poderes y peligros del discurso.
Ya (informalmente) jubilado en el año 2021 de esta cátedra fundada en 1996, con Estela Dominguez Halpern su actual profesora a cargo, decidimos -en mi carácter (informal) de profesor consulto- que sería una buena muestra de retroprogresividad(reculer pour mieux sauter) es decir ir simultáneamente hacia lo nuevo y hacia lo antiguo, hacia la complejidad y hacia el origen- ofrecer cada inicio de cuatrimestre (esta es la segunda vez que ello ocurre) una lección inaugural (a años luz de nuestros epónimos Michel & Roland).
En su medida y armoniosamente
Se trata de reinstalarnos -como lo hicimos desde mediados de los años 1970- en la cresta de la ola tecnológica, para inmediatamente surfear con conceptos y herramientas provenientes de otros campos mas densos epistemológicamente (los provenientes de la (Big) history, las ciencias formales, las fácticas, las de la vida, pero también las literarias, las hermeneúticas, la mitología), a los hiperobjetos como Internet (que contiene a los smart phones, las redes sociales y a la cultura digital), a la pandemia y mas recientemente a la Inteligencia Artificial, y sopesar sus pretensiones e intenciones, evitar como a la peste al hype exponencialista, y entender todo lo que pasa en términos de ecologías materialistas.
La primera vez que lo intentamos fue en Agosto de 2022 con motivo del retorno a la presencialidad en la UBA después de 2 años de confinamiento material y simbólico. La titulamos De las ciencias cognitivas al pensamiento contrafáctico. 26 años de @datosuba (ida y vuelta). En ese momento enfatizamos la continuidad histórica de la cátedra y preferimos hacer antes un recorrido paradigmático (evolutivo) que sintagmático (antropología de nichos).
Esa conversación se dio en medio de un pasillo pletórico de estudiantes desparramados por pisos y paredes (la sala que nos asignaron era minúscula), con un cañón apuntando al techo y en plena regresividad edupunkiana. Por eso Estela la tituló Datosformación*: Dícese del proceso resiliente de un equipo de docentes y estudiantes que se encuentran en un espacio llamado #fsoc @ccomUBA en su clase inaugural sin contar con un espacio llamado aula 🙂. Nos estresó pero le sobró encanto.
Los puntos abarcados como DNA de esta cátedra durante mas de un cuarto de siglo habín sido:
1 Mucho mas que el texto, el contexto fue rey
2 La interminable danza sujeto/objeto
3 Un festival de preguntas hipotéticas
4 DIY Pedagógico organizacional
Al revisar el temario previo a la elaboración de esta segunda lección inaugural, vimos que todo estaba ya cubierto, que los enfoques no podían haber cambiado demasiado en 6 meses, que las estrategias discursivas difícilmente podían variar, a menos que creyéramos que 12 meses de guerra Ruso/Ucraniana son infinitamente peores que 6 (para ellos seguro si lo fueron), o que la inflación en vez de marcar 50% ahora mide 100% (como padecemos nosotros con escasa capacidad de reacción).
Por eso decidimos sostener los enfoques contextuales, triádicos, contrafácticos y organizacionales de la vez anterior, pero haciendo esta vez un zoom-in vertiginoso centrándonos en la (¿inesperada?) conversión de la Inteligencia Artificial en la palabra del año 2022 (y por efecto de arrastre de 2023).
Consiguientemente esta segunda lección inaugural en el año 27vo de la cátedra estuvo dedicada a la
INTELIGENCIA ARTIFICIAL La Palabra del año ¿pero la aneda? (
porque oscilamos entre creer que este nuevo verano de la IA es el primer seguro hacia la singularidad, o apenas una mera anécdota de un proceso tangencial interminable e indefinido buscando reemplazar a la inteligencia humana por la maquinal).
1 La creatividad desbocada
Cuando el 30 de Noviembre de 2022 el #ChatGPT fue liberado al ciberespacio, comenzó una aventura de la que todos quisimos formar parte mas que entusiasmados. Porque el #ChatGPT es un programa de computación, pero también es una plataforma. Porque el #ChatGPT encarna todos los sesgos de la humanidad, pero también el deseo de trascenderlos. Porque nunca un producto llegó tan rápido a manos de usuarios famélicos y fanáticos (5 días para alcanzar el primer millón, 2 meses los primeros 10 millones con la consiguiente valoración de mercado).
De un día para otro todo quedó bañado por el “oro” de la IA: imágenes textos, videos, fakes de todo tipo y color, competencias ganadas por sus mejores exponentes: Théâtre D’opéra Spatial», obtuvo el premio Blue Ribbon en la categoría de Artista digital emergente. Mientras que “dos surfistas nadando contra corriente mientras el sol está saliendo» ganó un premio de Digidirect en Australia a la mejor fotografía de dron.
Los diálogos con @ChatGPT son inverosímiles, oscilando entre lo psicótico y lo sublime. Hay quienes como Scott Aaranson sorprendiéndose muy mucho denominaron al #ChatGPT como una nueva especie conversacional [en Should GPT exist? ] –apreciación que nosotros retomamos ipso facto-. Pero para saber de qué hiperfenómeno se trata, criticar sirve de poco si no se lo usa, y no de mucho si se espera que no funcione. En esta sección nos sorprendimos y alegramos, aunque las respuestas de los no-alumnos estuvieron mas cerca del pavor que del amor como un apropiado mentimeter dejó al descubierto
2 Lo retroprogresivo y la 4ta discontinuidad
Desde tiempos inmemoriales saludamos las gratas propuestas del filósofo español Salvador Paniker quien nos enseñó en ensayos certeros, y en autobiografías interminables (publicó casi 6 tomos de las mismas) qué era lo retroprogresivo: ir simultáneamente hacia lo nuevo y hacia lo antiguo, hacia la complejidad y hacia el origen.
Para él -y para multitud de otros exegetas pacientes y cuidadosos- debemos sustituir al mito canceroso del progreso por la noción más sutil de retroprogresivo; cobrar conciencia de que allí donde el avance no es retroprogresivo, los costes del progreso exceden a sus ventajas (terribles consecuencias no queridas del éxito civilizatorio occidental denunciadas con ahínco por Ivan Illich et al) y, en consecuencia, se produce una disminución en la calidad de vida.
Para devenir retroprogresivos debemos dar salto evolutivo en la capacidad adaptativa del cerebro humano, generar un plus de creatividad para manejar la complejidad creciente, encarar un plus de vitalidad para encarar la indisociable relación complejidad/incertidumbre (tan bien examinado en la reciente obra de Anthony Brandt & David Eagleman La especie desbocada). Simultáneamente, es preciso hundir más firmemente los pies en el origen para no perder el equilibrio.
Para Paniker (algo retomado recientemente por el culturemático Grant McCracken en Return of the Artisan: How America Went from Industrial to Handmade) si la sociedad informatizada no sirve para recuperar las virtudes de una sociedad preindustrial, no sirve para nada. Debemos superar incluso el caduco concepto de esperanza (como defendía Ernst Bloch al visualizarla como la madre de la enciclopedia de las utopías) porque no hay nada que esperar: todo está ya aquí. Ante el riesgo creciente de los tiempos no cabe refugiarse en las cavernas. Tampoco cabe la mera fuga hacia delante, el progreso técnico como un fin en sí mismo. Ni tecnofilia, ni tecnofobia, pero tampoco paranoia o existismo baratos.
Nos encantan los adjetivos que califican a los humanos, desde sapiens hasta demens, desde faber hasta ludens, desde loquens hasta imaginans, desde laborans hasta prospectus. Quizás en este listado debamos incluir a un nuevo tipo de animal humano, el animal retroprogresivo en proceso de emergencia. Animal ultramoderno (como teorizó mas que bien José Antonio Marina) pero también místico; animal capaz de tomarle gusto a la complejidad y a la aventura -camino que a los 101 años sigue transitando día a día sin desfallecer, el ínclito Edgar Morin.
En cuanto a la cuarta discontinuidad -que ha figurado en repetidos programas de la materia- se trata de una categoría que nos regaló Bruce Mazlish devinada finalmente una obra monumental como fue The fourth discontinuity. The coevolution of humans and machines (1993), que atisbamos tempranamente en 1975 en Perspectivas de la revolución de los computadores, una compilación de Zenon Pylyshin, y que ayudó a esculpir los primeros años de @datosuba, habiendo cumplido literalmente 30 años, y que sigue viva y punzante, como en aquellos años inaugurales de la web a la que coalumbró en su nacimiento.
Mazlish identificó tres barreras mentales previas o «discontinuidades» que la raza humana ha tenido que superar para llegar hasta donde estamos hoy (¿habrá valido la pena?). Atravesamos la Primera Discontinuidad cuando Nicolas Copérnico propuso su teoría del heliocentrismo que establecía que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés, esculpiendo en letras de molde que el mundo celeste y el terrestre eran uno. La Segunda Discontinuidad se rompió cuando Charles Darwin popularizó sus teorías de la evolución y la selección natural. La Tercera Discontinuidad comenzó a disiparse cuando Sigmund Freud (promotor de esta tripartición en Una dificultad de psicoanálisis 1917) unió la división entre nuestro «consciente» y «subconsciente», en el proceso destacando a los seres humanos como criaturas tanto psicológicas como fisiológicas.
La proposición de Mazlish de que ahora estamos cruzando la Cuarta Discontinuidad -de la mano de Alan Turing-se presenta en dos partes. En primer lugar, afirma que ya no es realista pensar en humanos sin máquinas. En segundo lugar, sugiere que los mismos paradigmas o conceptos ahora explican el funcionamiento mismo de los seres humanos y muchos mecanismos artificiales. Con el desarrollo explosivo de la inteligencia artificial, las biocomputadoras orgánicas, la ingeniería genética, la nanotecnología y los xenotrasplantes, sin mencionar el progreso en la extensión de la vida (que duplicamos en solo un siglo), y la defensa del transhumanismo (profundizando la continuidad entre la materia y el espíritu), ambas proposiciones también parecen al menos tan razonables (si no tan incómodas) como sonaron cuando Mazlish publicó su libro contemporáneo del nacimiento del primer sitio web de la (a veces 30 años no son casi nada) .
3. Exponencialismo manifiesto vs recesión memética latente
Continuamos nuestro storytelling retroprogresivo revisando algunas instancias de lo exponencial que siempre nos fascinaron desde que descubrimos a mediados de los años 70 las curvas exponenciales de John MacHale en World Facts & Trends (1972) a las que revisitamos mil y una veces. Fue Theodore Modis (1993) quien en Predictions o Conquering Uncertainty & An S-Shaped Trail to Wall Street (tratando a la Bolsa de Valores de Nueva York como un ecosistema), las expandió aplicando conceptos científicos básicos para predecir fenómenos sociales. En particular, utilizó la ley del crecimiento natural en la competencia expresada por la función logística o curva S para pronosticar mercados, ventas de productos, sustituciones de energía primaria, la difusión de tecnologías y, en general, cualquier proceso que crezca en la competencia.
Aquí hicimos zoom-out, no entramos en detalles pero ilustramos con dos experiencias “inimaginables” en qué consiste la aceleración, el hype y la fantasía de un futuro sin sorpresas, fabuloso y espectacular. Se trató de The Line, la construcción más grande del mundo, una estructura basada en una serie de proyectos de alto nivel concebidos por el príncipe Mohammed en Arabia Saudita para diversificar la economía del reino y dejar de depender del petróleo.
Y también mencionamos a el Cubo anunciado por el gobierno de Arabia Saudita como un rascacielos en forma de cubo de 400 metros de altura llamado Mukaab como parte de su plan del centro de Murabba en Riyadh.
Por otra parte quienes se solazan con los repetidos hypeciclos de Gartner y avizoran crecimientos exponenciales sin fin (hay decenas de libros al respecto entre los que descollan de Vaclav Smil Gran Transitions; Aem Azhar Exponential o Alexander Beatle et al The acceleration of cultural change) están prendidos de la teta del aceleracionismo o exponencialismo, imaginando -absurdamente- que todo podrá ser cada vez mas rápido, mas grande y mas inevitable
Azhar por ejemplo identifica la informática y la inteligencia artificial, la electricidad renovable y el almacenamiento de energía, la biotecnología y la fabricación (como la impresión 3D) como las áreas en las que las innovaciones se están desarrollando a un ritmo exponencial: “las nuevas tecnologías se están inventando y van escalando a un ritmo cada vez más rápido, todo mientras el precio disminuye rápidamente”.
Estamos entrando en una era de abundancia en la que los alimentos, la computación y muchas otras cosas serán trivialmente baratas de producir. Descubriendo la rueda, estos exponencialistas insisten en que el problema es que, mientras que el cambio tecnológico se acelera rápidamente, nuestra sociedad evoluciona a un ritmo más gradual e incremental. Como resultado, se está abriendo una brecha entre la tecnología y la sociedad que Azhar denomina “brecha exponencial”.
Azhar es uno de los tantos hiperoptimistas del poder de la tecnología: “Estamos entrando en una era de abundancia. El primer período en la historia de la humanidad en el que la energía, los alimentos, la computación y mucho más serán trivialmente baratos de producir”.
Pero, además de destacar los asombrosos avances que se están logrando, insinúa cómo deberíamos dar forma a la tecnología para volver a ponerla al servicio de la sociedad, y ofrece algunas ideas relativamente triviales sobre cómo proteger a los ciudadanos y trabajadores en la nueva economía digital. Todo muy corporativamente correcto pero que ni alcanza a rascar la costra de los problemas que la tecnología provoca, las desigualdades que refuerza, los extractivismos que fomenta y la corrosión de la democracia que implica. Algo que si -apuntando al corazón de la IA- hace Kate Crawford en su maravilloso Atlas de IA.
Por otra parte hay un gran agujero negro en todas las tesis exponencialistas y aceleracionistas (sin contar su inviabilidad ecológico-material), y es que los citados avances no lo son tanto, la creatividad humana en vez de estar potenciándolas parece estar llegando a sus límites, y hay demasiados motivos para creer en una desaceleración de los retornos crecientes y no en la imagen idílica e irresponsable de crecimiento ilimitada pregonada por estos tecno-mercachifles.
Por eso citando en vivo a uno de los pocos libros que profundamente habitan esta versión en prosa, mencionamos a Human Frontiers: The Future of Big Ideas in an Age of Small Thinking de Michael Bhaskar.
Para Baskhar la historia de la humanidad es la historia de las grandes ideas que expanden nuestras fronteras: desde la rueda hasta los vuelos espaciales, desde las pinturas rupestres hasta los juegos multijugador masivos, desde la religión monoteísta hasta la teoría cuántica (o el aire acondicionado como mencionamos durante la clase).
Y, sin embargo, durante las últimas décadas, además de una avalancha de nuevos dispositivos y la explosión de la tecnología digital, las ideas que cambian el mundo han sido más difíciles de conseguir. Desde la década de 1970, las grandes ideas se han sucedido de manera incremental: recicladas, enfocadas en bandas estrechas de innovación. En su obra -bastante insual ante tanto hiperoptimismo desprovisto de conceptos- Michael Bhaskar analiza por qué el flujo de grandes ideas que cambian el mundo se ha ralentizado y qué significa esto para el futuro.
Como bien decía Seymour Papert sin ideas poderosas no llegamos a ningún lado. Ofrecer nuevas formas de pensar, nuevas formas de poner en uso el conocimiento, y nuevas formas de establecer conexiones personales y epistemológicas con otros dominios del conocimiento es lo que debemos fomentar, y no solo jugar con gadgets y consumir espejitos de colores digitales (¿a que categoría pertenecerá el #ChatGPT?)
Para Bhaskar el desafío en las fronteras del conocimiento ha surgido no porque seamos poco imaginativos y malos para concretar grandes ideas, sino porque ya hemos llegado muy lejos. Si comparamos el mundo de nuestros tatarabuelos con el nuestro actual, podemos ver cómo una serie de ideas transformadoras revolucionaron casi todo en apenas un siglo y medio (con su pico a fines del siglo XIX).
Pero recientemente, debido al cortoplacismo, a la aversión al riesgo y a la toma de decisiones conflictivas, hemos construido un mundo cauteloso y sin imaginación. Bhaskar muestra cómo podemos comenzar a expandir la frontera de nuevo pensando en grande, embarcándonos en la próxima Declaración Universal de Derechos Humanos o la misión Apolo (como viene predicando Mariana Mazzucatto con sus Mission design projects ejemplificadis en Misión Economia. Una guia para cambiar el capitalismo),-que probablemente disminuya el nivel de adopción tecnológica desenfrenada y genere otros dilemas que asociamos a los problemas malditos.
4. Diseñar polímatas: the name of the game
En esa dirección avanzamos en la cuarta y última parte de la Lección Inaugural que ilustramos con un hermoso video desarrollado por el Ministerio de Educación de Misiones en diciembre de 2022 como resultado dea entrenamiento sistemática de un año en diseño de emergentes.
Habiendo trabajado a lo largo de muchas décadas en estas cuestiones, hemos destilado algunos conceptos, marcos de referencias, mindsets y skills particulares orientados por una epistemología irreduccionista, una concepción del universo de las ideas (y de las acciones) como entanglement, una forma de abrazar la complejidad vía el círculo de Krebs, acompañados por las enseñanzas siempre frescas y estimulantes de polímatas como Gregory Bateson, Bruno Latour, Neri Oxman, John Berger, John Cage, Xul Solar y tantos otros.
Precisamente los polímatas nos enseñaron que es tan importante teorizar como experimentar; romper las fronteras disciplinarias como abroquelarse en su seno con altas competencias; ser anfibios y bifrontes, y organizar la experiencia y nuestros entrenamientos, no en términos de árboles sino de matrices de múltiples entradas (rizomas), utilizando nuevos grafismos y metodologías para saltar de una órbita conceptual a la otra según lo consideremos necesario.
¿Qué tipo de funcionarios, alumnos, docentes, profesionales, exploradores, tenemos que formar? ¿Generalistas o especialistas? Para David Epstein en Amplitud. Por qué los generalistas triunfan en un mundo especializado (2019), el futuro espera y necesita profesionales con «amplitud», a los que aquí hemos denominamo polímatas (generalistas con profundidad).
En tanto los sistemas de inteligencia artificial desplacen cada vez más a los trabajos mecánicos y especializados, creando otros nuevos, la capacidad del aprendizaje transversal será el diferencial entre aquellos profesionales que puedan reinventarse y los que no. En un entorno de cambios acelerados por la tecnología y la automatización, los polímatas serán los perfiles más demandados.
James Bradley, uno de nuestros guías simbiontes, en Ways of Being, es mas que claro: se trata de mirar más allá de nuestro horizonte y de nuestras propias creaciones, para vislumbrar muchos tipos diferentes de inteligencia que han estado aquí justo frente a nosotros todo el tiempo, y en muchos casos nos han precedido. Al hacerlo, podríamos cambiar la forma en que pensamos/diseñamos el mundo y, por lo tanto, trazar un camino hacia un futuro que sea menos extractivo, destructivo y desigual, y más justo, amable y regenerativo.
Este ejercicio requiere de las antidisciplinas, de una combinación inédita que va desde las ciencias biológicas a las del comportamiento, de las lógicas no-binarias a las teorías del caos y la complejidad, y contempla una creciente apreciación e integración de los sistemas de conocimiento indígenas y no occidentales. Se trata de un enfoque holístico antirreduccionista que ejemplifica las características centrales de la ecología: complejidad, interrelación, interdependencia, distribución de control y agencia, incluso una cercanía a la tierra y el cielo; sobre, debajo y a partir de los cuales fabricamos nuestras herramientas.
Pensar contra el excepcionalismo humano requiere ir más allá de homo sapiens, y que reconozcamos en la visión de Blake una profunda verdad: la naturaleza es la imaginación misma. En ella se resume la filosofía detrás de la frase madre de esta cursada: el mundo es más que humano.
Históricamente, la definición más significativa de inteligencia es aquello que hacemos/tenemos los humanos. Por el contrario en nuestras propuestas abogamos por una concepción de la inteligencia como múltiples y relacionales; que pueden tomar muchas formas diferentes, y que pueden existir entre -en lugar de dentro de- seres de todo tipo y diversidad.
Desde la etología a la primatología, desde la psicología animal hasta la experimentación con animales, hace ya más de seis décadas que estamos explorando en detalle cuán inteligentes son los animales (en especial los primates); hasta qué punto se puede decir que hablan y se comunican, qué habilidades sociales despliegan y sobretodo como pueden conversar entre sí y con nosotros (como los estudios de Jane Goodall y Dave Premack; Franz de Waal y Eugene Linden, Domique Lestel y Vincien Drespret vienen exigiendo cada vez con mayor premura).
También seguimos teniendo una visión del mundo vegetal reduccionista y depredatoria. Ni siquiera prestamos atención a la dimensión viviente del mundo vegetal, menos aún podemos siquiera imaginar que las plantas y los hongos piensan o se comunican entre sí. Algo plenamente demostrado desde hace décadas por los trabajos de Stefano Mancuso, David Haskell, Suzanne Simard, micólogos como Merlin Sheldrake y otros verdólatras consumados.
Pero sólo recientemente empezamos a entender cuan reduccionistas son los tests a los que los sometemos; cuan antropocéntrica es nuestra manera de investigarlos; cuan simplista es la proyección de nuestra epistemología sobre la suya, y cuánto sufrimiento les hemos infligido con nuestras experimentos al desconocer su libertad, autonomía e inteligencia diferenciales.
El diseño de polímatas -como hemos estado pispeando en @datosuba desde hace mucho tiempo- va en esa dirección contra-corriente. Seguramente trataremos estos y otros temas afines en próximas lecciones inaugurales y en la cursada de este cuatrimestre.
Entre esos polímatas históricos que nos inspiran y muestran su enorme capacidad de diseño de futuros figura Pina Bausch. Con ella cerraremos este ejercicio
La danza (algo que ignoramos en esta lección pero enactuaremos en la próxima) fue posiblemente la primera expresión artística del hombre, el primer rito simbólico de las comunidades primitivas que, de pronto, comenzaron a danzar para, a través del movimiento, sentir que así salían de situaciones estáticas adversas abandonando la espera estéril del inmovilismo
La música, –como dice Diego Bagnera– como un juez que arbitra los contactos, marca el ritmo al que las personas que entran en relación deberán subordinarse dejando de lado sus propios y obsesivos o neuróticos o psicopáticos tempos personales.
Sobran las palabras. Sólo hay espacio para los cuerpos en movimiento común, buscando el equilibrio entre la atracción y el rechazo, entre el deseo de compenetración y la necesidad de aislamiento. Pero lo que cada uno es, la propia biografía de cada uno aflorará en cada gesto, inevitablemente, y Bausch, desde luego, le hace espacio a ese conflicto para revelarnos otra vez como seres frágiles, abandonados a la intemperie, que buscan una y otra vez, hasta el fin de sus vidas, ternura y amor.
Cerramos la presentación con dos slides que ilustran los distintos momentos de construcción del ecosistema disruptivo del conocimiento, comenzando con el proyecto Facebook (UBA) en 2009 y culminando con Escenarios del Futuro (UDESA) (2020- ) y el Ecosistema Misionero (2022- )) , así como con una bibliografía ad hoc de algunos títulos fundacionales que enmarcan este recorrido.
Bienvenidos al caos conceptual permanente.
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