Muchas confusiones acerca de qué significa dar la clase con la boca cerrada
Sobre porque hay que dejar de dar clases con la boca abierta los ejemplos abundan. El cuestionamiento del paradigma del broadcast, el silenciamiento de la opinión ajena que supone la autoridad, los efectos negativos de una pedagogía de las respuestas para la indagación, la imposibilidad de dejar aflorar la hermenéutica y la exégesis individual, acalladas por una voz única y plenipotenciaria, son ejemplos mas que elocuentes de los efectos nefastos de los métodos vigentes en la enseñanza, disfrazados de atajos metodológicos o de estrategias curriculares mas o menos elegantes.
Pero de lo que no sabemos nada o casi, es de las metodologías alternativas, de las estrategias que permiten llegar a resultados interesantes prescindiendo de esos emisores únicos, monocordes, de como «plantar» aprendizajes ,cuando lo que nos interesa no es clonar puntos de vista o lecturas adocenadas, y de lo que se trata es de cuestionar al propio cuestionamiento. Porque sabemos que esta metodologia de la clase invertida funciona (si hasta Salman Kahn acaba de sacar un libro sobre el tema The One World Schoolhouse: Education Reimagined). Y tenemos antecedentes muy anteriores a la pócima digital para revelar que las estrategias centradas en el alumno brindan resultados alucinantes.
La historia de Joseph Jacotot y su Enseignement universel, Langue maternelle (1823) tan bien retratada por Jacques Ranciere en El maestro Ignorante, una obra que no data de hoy ni de ayer, sino de 15 años atrás indico el camino pero casi nadie lo volvió a recorrer, ni tampoco se sabe mucho de porque opero adecuadamente en ese caso, a veces considerado excepcional, sino mágico.
Por suerte desde una perspectiva bastante menos disruptiva, casi diríamos cuasi convencional podemos entender de la mano de Don Finkel con Dar la clase con la boca cerrada como es que estrategias al estilo del maestro Ignorante o las de Sugata Mitra, o las mas recientes e inesperadas provenientes de Matamoros con el no-docente Sergio Juárez Correa sacando lo mejor de Paloma Noyola Bueno… sin que nadie pudiera esperarlo estan operando y funcionando a pleno.
De las apariencias a los mecanismos
Para detrás de las apariencias encontrar los mecanismos empecemos con un dispositivo sumamente interesante cuales son las parábolas, hagamos una escala intermedia en La Iliada y terminemos con una batería de ejemplos elegidos al azar pero no por ello menos sugerentes como son los diálogos platónicos o las tragedias de Shakespeare.
Las culturas nativas enseñan también narrando relatos llenos de intención. La parábola es una herramienta docente que abarca todas las culturas y épocas. ¿Porqué nos fascinan las parabolas? Se trata de un dispositivo (de cambio del aprendizaje) con tres características centrales: 1) Son relatos breves que nos presentan a personas concretas actuando en situaciones concretas. 2) parecen ser profundas, incubando alguna pepita de sabiduría, 3) son un tanto opacas, no entregan su tesoro con facilidad.
A diferencia de los relatos de Esopo denominados fábulas (obvios, con moraleja y final cantado), las parábolas tienen un exceso de significado sobre el significante. Las parábolas a diferencia de las fábulas nos cautivan por su concreción, especificidad y organización. Queremos adivinar lo que dice la historia detrás de tanta opacidad. Son historias que en vez de cerrarse en respuestas finales y definitivas lo unico que logran es gatillar preguntas sin fin.
Una vez que somos tragados por la fascinación de las preguntas es imposible parar, empezamos a confrontar las preguntas con nuestras experiencias y el texto de los relatos y nos embarcamos en procesos de aprendizaje, ponemos la cabeza a trabajar para aumentar la comprensión del mundo en el que vivimos, y si llegamos a una conclusión capaz de aclararnos algo, habremos aprendido algo importante, incluso podemos (como insiste Sloterdijk en uno de sus libros mas ambicioso y complejos (Haz de cambiar tu vida) a hacer nuestra propia vida).
Volviendo a las tesis iniciales que presentamos acerca de la enseñanza como creación de circunstancias para que el otro arenda, queda claro que 1) la parábola no enseña narrando, sino que al contrario propone un problema atractivo para ser resuelto, 2) los estudiantes no aprenden escuchando, aprenden enfrentándose activamente a los problemas, 3) si los estudiantes aprenden enfrentándose a los problemas es porque el profesor no enseña narrando, y mucho menos explicando o diluyendo la parabola, algo por otro lado imposible porque la parábola no es un fabula ni un relato que necesita o puede ser agotada con explicaciones de autoridad.
La existencia de la parábola como herramienta de enseñanza implica que determinadas cosas (todas las importates) pueden enseñarse solamente si la descifra uno mismo. Es por e;lo que el profesor debe enseñar con la boca cerrada, puede (y debe) hablar para guiar a sus estudiantes en las actividades de aprendizaje, pero debe dejar que hable la parábola.
Por otra parte para el tipo de aprendizaje que se centra en los números o en el mundo fisico en lugar de las relaciones humanas existe algo muy parecido a la parábola, se trata del enigma, la paradoja o los problemas que causan perplejidad.
Enseñar con los grandes libros
Los grandes libros de la literatura -y Don Finkel no casualmente remite a Los Hermanos Karamazov-, nos zambullen en mundos muy diferentes a los cotidianos. Esos talismanes literarios despliegan preguntas desconcertantes que rompen con la obviedad del día a día, con las posturas naturales y exigen tomas de decision dramáticas por parte de los lectores, tratase o no de preguntas explicitas o tácitas, pero en todo caso inevitables.
Resulta interesante que las tres características de las parábolas se apliquen también a las grandes obras de la literatura. Los grandes libros son claros y atractivos, profundos y opacos, precisan dedicación para ser comprendidos, pero en lugar de plantear un problema, un gran libro formula secuencias de problemas relacionados o anidados. Nuestras energías no se concentran en un nudo específico sino en distintos, y la tarea consiste en ver como se vinculan y pensarlos tanto separadamente como en conjunto. Se trata de una resolución encadenada de problemas pero siempre dentro del horizonte de problematizacion de las parábolas.
Las grandes obras son fuente de preguntas interminables, por eso lo peor que puede hacer un docente es colocarse entre los aprendices y la obra, se trata de permanecer a un lado y de confiar en que el libro continúe funcionando como un tábano socrático. El rol del docente es otro, proporcionar contexto generar actividades para que los estudiantes no se sientan intimidados por la obra, y que al mismo tiempo sean capaces de interrogarlas, de responder a sus perplejidades.
Dar la clase con la boca cerrada está muy lejos de la pasividad y del menefreguismo. No casualmente Finkel propone con gran detalle una obra clave de la literatura universal como modelo de lo que es dar la clase con la boca cerrada para abrir los libros a la escucha del mundo. Pero de esto trataremos en otra oportunidad cuando trabajemos a la Iliada como un dispositivo de cambio de comportamiento.
Un extenso poema épico
La Ilíada es un extenso poema épico que tiene sus raíces en la tradición oral de la narración de historias, se trata de la obra mas antigua que conservamos del mundo de la Grecia clásica. Resumidamente es una descripción de sucesos que duraron dos semanas durante el noveno año de la guerra de Troya. Esta guerra fue iniciada por los griegos contra Troya para recuperar a Helena, reina de Esparta y esposa del rey Menelao. Helena se había dejado secuestrar por el príncipe troyano Héctor que la tomó como esposa. Agamenón el hermano de Menelao organizó un ejército para recuperarla, pero las cosas no fueron nada fáciles.
Cuando se inicia la Ilíada ya van 9 años de guerra. Cada vez que los griegos los acorralaban y parecía que los vencerían, los troyanos se refugiaban detrás de sus murallas y la tragedia del gato y el ratón volvía a reiniciarse. Si queremos leer en serio La Ilíada la gran pregunta es /¿porqué los griegos siguieron luchando en esas condiciones? Se trataba evidentemente de una lucha por la gloria (matar a los mejores guerreros troyanos) y el botín (quedarse con los bienes y mujeres de las aldeas vecinas a Troya).
Criseida, la hija de un sacerdote distinguido de Apolo había sido capturada por Agamenón pero éste fue forzado a devolverla porque Apolo hizo estragos en sus ejércitos peste mediante. Agamenón no tuvo peor idea que desquitarse con un compañero de troterías, nada mas ni nada menos que Aquiles, a quien le quitó a Briseida su doncella recién capturada. Tan despechado y furioso quedó Aquiles que casi mata a Agamenón, pero finalmente se abstuvo y decidió en cambio apartarse de la guerra. Los griegos perdieron asi a su mejor guerrero y corrían el riesgo de perder la guerra.
Mientras los troyanos, aprovecharon la apatía de Aquiles y arrasaron a los griegos, Aquiles permanecía inalterado en compañía de su querido amigo Patroclo, tocando el laúd y cantando canciones. A pesar de las disculpas de Agamenón, la devolución de su concubina y de mil regalos mas, Aquiles no reaccionaba. Cambiaría de opinión cuando Héctor mata finalmente a Patroclo en el campo de batalla, y allí si se enfurece y termina humillando y matando a Héctor.
¿De que va la Ilíada?
Como bien nos orienta Finkel, de las miles de preguntas que nos hace el larguísimo texto de casi 500 páginas de longitud en las ediciones modernas (un desafío brutal a la memoria de los poetas ágrafos), la mas punzante es ¿si el poema ensalza la guerra, o si por el contrario, presenta el mas convincente argumento en contra de la guerra? Porque el poema (como todo buen texto que se precie o como muchas personas que profesan intensas contradicciones con igual fuerza de un lado y del otro del mostrador) parece hacer ambas cosas a la vez, y en ambos casos con argumentos igualmente convincentes y poderosos (aunque profundamente contradictorios).
La Iliada es una obra tremendamente gráfica, casi pornográfica en lo que a la violencia se refiere. Homero convierte en memorable a la guerra al disecar la lucha misma como ocasión para el enfrentamiento del carácter contra el carácter, de la destreza contra la destreza, de la fuerza de la pasión, la gloria ganada o perdida, la honorabilidad de un nombre que se fabrica gracias a la derrota de otro nombre igual o mas honorable aun.
Es obvio que el poema ensalza la guerra. Podemos odiar personalmente la violencia pero no podemos ignorar su poder de convocatoria y conmoción, la clase de gloria personal que se puede obtener venciendo en esas contiendas épicas. Lo fascinante del tema es que si bien la Ilíada glorifica la guerra, revela al mismo tiempo su horror y su falta de sentido. Como bien nos lo reveló Julio Cabrera en su desntumecedora obra Cine 100 años de filosofía, en el capitulo en el que la idea de guerra de Platon es revelada por los 10 minutos brutales iniciales de Salvando al soldado Ryan.
Cual ilustración de La IlÍada esos minutos muestran la implacable brutalidad del asesinato con violencia, la falta de muertes limpias (en la Iliada o en Salvando a Ryan o en cualquier novela o película de guerra en serio) todas son anatómicamente vívidas y psicológicamente repulsivas, y nos hacen pasar de un momento a otro por todos los estados afectivos posibles ligados a la guerra: horror físico, temor del vencido, aflicción por la perdida, dolor de la destrucción, emoción de la gloria ganada.
Y aqui llegamos el meollo de la cosa. La Ilíada no nos enseña que la guerra es buena, ni que la guerra es mala, lo que nos enseña es ambas cosas a la vez. La Iíiada -como cualquier obra mayor- nos exige como lectores que aceptemos ambas propuestas contradictorias simultáneamente. La Ilíada exige que nos hagamos las mismas preguntas que se hicieron sus primeros destinatarios hace miles de años atrás. Nos fuerza a preguntarnos en pleno siglo XXI ¿cuáles son nuestras respuestas ante la cólera, la violencia y la muerte?
Y lo mejor de la cosa es que la Ilíada no va a responder nunca esas preguntas, no nos va dejar contentos con la reducción de una a la otra. Pero lo que si nos ofrece es una educación (en el sentido de crear las circunstancias para generar aprendizaje). Podemos educarnos a nosotros mismos tomándonos seriamente la pregunta y comprometiéndonos con otras personas a perseguirlas (como haremos en las electivas del próximo semestre en la Tadeo)
Lo que un profesor puede y no puede (ni debe) hacer
Cuando lleguemos a una respuesta que sea leal tanto al texto como a nuestra experiencia, habremos aprendido algo importante de nuestro estudio de La Ilíada, habremos profundizado en nuestra percepción del mundo que habitamos, habremos dado un paso en nuestra educación, y seguramente lo podremos hacer mejor si algún profesor a la mano nos brinda contextos, nos orienta para que afinemos nuestras preguntas, mejor aun si nos crea nuevas preguntas, y sobretodo si, invocando otros textos y experiencias (muy alejados probablemente de la historia de la literatura griega), borda una pauta que conecta o nos arroja probes (sondas) para hacer nuevos experimentos mentales.
Lo que un profesor no debe intentar hacer (porque además jamás lo logrará ni aunque sean K.M.Kitto o Werner Jager dos helenistas por excelencia) es responder a las preguntas de la Ilíada por nosotros. Quien pretenda hacerlo se convertirá en un obstáculo (epistemológico) para nuestra educación, apenas será un traidor a la complejidad de Homero, un viudo de sus exegetas y violará de este modo la sacrosante tarea del docente, que es poner a nuestro alcance un texto en este caso La Ilíada), y dejar que hable Homero (irreemplazable e irreducible a sus interpretaciones por mas brillantes que parezcan y por originales que se crean frente al tamaño descomunal del original).
Pero si la Ilíada nos deslumbra con las descripciones bélicas, también nos provoca con un silencio revelador, ¿cómo es que Aquiles que fue a la guerra para traer de vuelta a Helena y que no le teme a nadie de pronto enmudece y se rehusa a pelear por mas estímulos materiales y simbólicos, por mas disculpas que le profesen varios?
Para empeorar las cosas Aquiles no da razón alguna del rechazo. Como bien dice Finkel podemos leer los quince cantos seguidos hasta finalizar el libro y seguiremos sin saber las razones de que Aquiles no quiera volver a guerrear, y si no fuera por el agravio de la muerte de Patroclo, ¿quién sabe si los griegos no habrían perdido la guerra? La fascinación que nos provoca la Ilíada es que si no podemos evitar la pregunta, tampoco podemos responderla (ni con facilidad).
La Ilíada es una oda a la cólera como sentimiento básico para alimentar una sociedad guerrera. Un hombre como Aquiles con temperamento violento era un guerrero perfecto, pero también sumamente inestable. Un ejército poblado de hombres enfurecidos e impredecibles no garantiza ninguna victoria. He aquí uno de los potentes secretos que nos revela la Ilíada. Hay una relación inquietante entre el arte de la guerra que triunfa (según los cánones de la antigüedad) y la emoción sobre la que descansa, y por eso debemos insistir en nuestra pregunta de porqué Aquiles no quiere volver a la lucha.
Creando circunstancias anómalas
Al haber volcado Agamenón la cólera de Aquiles sobre los propios, en vez de sobre los enemigos, generó una circunstancia anómala. Aquiles en vez de ser protagonista se convirtió en un testigo de la guerra. El final de la obra es conocido. Aquiles gana la guerra y los griegos escarmientan a los troyanos. Pero lo inesperadamente llamativo es que Homero haya mantenido casi el 80% de su poema a Aquiles apartado del campo de batalla. Para Finklel aun sin argumentos contundentes ese «delay» tiene un origen problemático. Durante su suspensión a la acción ¿no habrá surgido en Aquiles una nueva apreciación acerca de la guerra?, tan novedosa para él que ni siquiera era capaz de ponerla en palabras.
Esta relectura de Homero puede aplicarse a cualquier obra contemporánea, a cualquier producto cultural contemporáneo, a cualquier relectura contemporánea, a cualquier síntesis contemporánea, pero siguiendo siempre estrictamente el mismo patrón: sumergirse en la obra para dejar que el autor le hable directamente a los alumnos, sin que nosotros hagamos de intermediarios.
Esta metodología será la matriz de las electivas que daremos en TadeoLab el próximo semestre. Mas allá de syllabus y de lecturas, de construcciones y de atajos, de puestas en resonancia y de invención de conexiones inesperadas, este principio de dejar que los textos y las experiencias hablen directamente a los alumnos, sin que nosotros interpongamos nuestras lecturas privilegiadas, formará parte de nuestras estrategias de dar las clases con la boca cerrada. Como ya lo dijimos muchas veces, se trata de una tarea mucho mas compleja e ingrata de lo que siempre imaginamos. Pero con una potencia de construcción de sentido y de diseño del aprendizaje por parte de los estudiantes de un valor y un alcance sin par. A practicarla ya.
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