making

De “pienso luego existo” a “hacemos, (nos conectamos) luego somos”

Tensando opuesto

La tension entre la novedad y tradición viene desde el fondo de la historia, pero no solo la de la humanidad, sino de la propia. La de cada uno, que siendo apenas bebes necesitamos crearnos bolsones de estabilidad frente a un mundo cambiante y desconocido. Todo nuestra ontogénesis ha sido un proceso interminable para acompasar lo aprendido en el camino indeterminado de la supervivencia fisica, pero sobretodo emocional, para una vez asimilado, convertirlo en un trampolin para emprender nuevos desafios y búsquedas sin renunciar a lo obtenido.

Sístole y diástole, corsi e ricorsi, idas y vueltas, este camino de construcción de nuestra identidad corporeizada funciona en piloto automático, está afincado en condicionantes sociales, pero depende claramente de nuestras actividades en el día a día. Esta supeditado a nuestra capacidad por convertir la experiencia en un programa de diseño del comportamiento, y sobretodo de poder articular lo que hacemos con como pensamos, dado que la reflexividad y la autorreflexividad siguen siendo nuestros rasgos distintivos, como bien se encargo de resaltarlo John Searle en una charla reciente Our shared condition — consciousness.

Y así como esa tensión ancestral no nos deja nunca, hay otra que también arrastramos desde siempre cual es la brecha insuturable (hasta ahora y salvo excepciones históricas muy puntuales) la contraposición permanente entre el hacer y el pensar, entre el ser y el hacer, entre los individuos y la sociedad y una caterva de otros dualismos que no nos cuesta demasiado esfuerzo multiplicar y contraponer.

Por suerte cada tanto algún brillante buceador de las articulaciones y las interacciones pone los puntos sobre las íes del dialogo, y nos recuerda que una de las mas grandes dificultades que tenemos los humanos, no es valorar mas esto que aquello, preferir ciertas actividades, practicas y profesiones, frente a otras, sino reconocer la fundamental unidad entre el cuerpo y el alma, entre el cerebro y el pensamiento y que todo proyecto de dualizacion de estas dimensiones no es otra cosa que un intento fatuo de condenarnos a la repetición y al error.

Echale a culpa a Descartes

Es fácil echarla gran parte de las culpas a nuestra miopia epistemológica al brillante iniciador de la Edad Moderna que fue René Descartes. Se han gastado toneladas de voz y tinta para recordarnos la astucia de su razón inquisitiva y su capacidad de fundar un nuevo método para obligar a la naturaleza, pero también al alma humana a revelarnos sus secretos. Dualismo en la tradición filosofica occidental es casi sinonimo de cartesianismo. Lo que René separó nunca nadie logro volverlo a unir (a pesar de los desesperados esfuerzos de Baruch Spinoza por suturar esa brecha).

Uno de los corolarios supremos del bisturí cartesiano fue justamente la máxima que reduce la existencia al pensamiento, que tiene mil y una variante interpretativas pero que a nosotros nos llama la atención por el mismo motivo que se la llamó a Gregory Bateson (otro monista impenitente), quien en un rapto de sagacidad inusual sostuvo a pies juntillas que «los limites de mi mente no son los limites de mi cuerpo«.

Porque a lo que aludía Bateson era precisamente a una ruptura de esa «jaula de hierro» que constreñía nuestra identidad en una doble operación que por un lado atribuía a cada mente el poder de disponer de un cuerpo y de sujetarlo a su voracidad intelectual, pero también, algo bastante menos subrayado, que esa definición intelectualista supone a su vez la subordinación de «mi» cuerpo a «mi mente» sin que haya cruces ni confusión posibles.

Bateson a diferencia de Descartes y siguiendo a Spinoza pone la función racionalista patas para arriba. No hay mentes que mandan a sus cuerpos, no hay mentes que piensan y cuerpos que obran mecánicamente, pero sobretodo no solo los cuerpos piensan, y mucho menos hay cuerpos que pueden pensarse fuera de toda conexidad con una red inmensa de la que todo cuerpo pasado, presente y futuro formara parte para siempre.

Ser en red

Estos comentarios y observaciones pueden parecer ociosos y descomedidos. Un intento de hacer entrar a la filosofía o a la epistemología por la ventana, cuando hace rato que la tecnología, la ciencia y hasta la política la expulsaron por la puerta. Pero como filósofos retirados que somos (o estamos), mal podría ser esa nuestra intención. Al contrario, todo nuestro esfuerzo de al menos las dos últimas décadas estuvo dirigido exactamente en la dirección contraria. No tanto a relegitimar a la filosofía (tampoco a deslegitimarla), cuanto a mostrar que hay formas prácticas, metecas, híbridas y sobretodo mínimamente discursivas, desde las cuales se puede hacer filosofía.

Y que estas modalidades están ligadas a una revisión radical del monopolio del dualismo, del pensamiento superior vs la materia inferior, de una apreciación nada conformista pero no por ella exenta de admiración hacia la ciencia y la tecnología, pero también hacia los fenómenos de la emergencia en todas sus variantes y manifestaciones (desde el arte hasta la política) para lo cual se necesita permanentemente no solo nuevas distinciones, sino también de cierta sensibilidad frente a determinados fenómenos, cuestiones y problemas que no figuraban en la agenda clásica de los filósofos, pero tampoco en la de los cientistas sociales y muchas veces incluso ni siquiera en la de los propios científicos duros.

Y antes de perdernos aun mas en las nubes de Ubeda (motivado quizás por estar volando en un vetusto Airbus 340 a cerca de 11.000 metros de altura) atamos todas estas ruminaciones a la frase que disparo ese metacomentario, a saber una linea del libro ya clásico de Nicholas Christakis y James Fowler Conectados El sorprendente poder de las redes sociales y como nos afectan (Santillana, 2010) cuando al principio de su voluminosa obra sostiene casi candorosamente que «Para saber quienes somos debemos saber como estamos conectados«.

Inesperadamente y contra las endechas neotecnofóbicas de Sherry Turkle quien desde Alone Together. Why We Expect More from Technology and Less from Each Other se sumó al coro de todos quienes creen que las redes nos alienan, nos destituyen, desdibujan nuestra identidad y nos convierten en rebaños al mejor estilo Matrix, el comentario de Nicholas Christakis y James Fowler abre otra perspectiva mucho mas rica e interesante para desanclarnos de ese dualismo.

Making is connecting, connecting is being

Otra vez Bateson olfateó en la dirección correcta cuando sin responderla al menos articulaba esta interesante pregunta «Si un árbol cae en medio de un bosque y no hay nadie para comentarlo .. el árbol ¿Hace ruido?» ¿No es exactamente igual en el caso de los actos humanos? No será cierto como dice Clemente que todo lo que los hombres hacemos es simple y llanamente una estrategia de seducción de feminas (aunque otros se tomen el mate)?

Tambien Sartre había intuido de que se trataba al afirmar por la negativa que el infierno son los otros. Porque lo que C&F entreven es que ser es ser conectado, aunque para ser conectado no necesitamos de redes tecnológicas, cuando existen, la ontologia de la esa conexión cambia de tal modo que debemos hablar de un ser social de características inéditas.

La cosa da para mucho y habra que explorarla en próximas notas. Por supuesto que al avanzar en esta dirección volvemos a entremezclarnos y entretenernos con Bruno Latour, con Ian Bogost, con todos los magos de la ontologia orientada hacia los objetos. Mientras tanto rechazar el dualismo cartesiano y abrazar la potencia spinozista en tiempo de redes sociales amplificadas por la tecnologia, deja todo patas para arriba y nos obliga a barajar de nuevo.

No solo en como pensamos, sino sobretodo en como actuamos, después de todo como picantemente apuntó @valenzine «somos lo que hacemos’ (no especial ni únicamente lo que pensamos) y por lo tanto la dimensión maker es una dimension constitutiva de nuestro ser en red. El gran David Gauntlett lo captó opíparamente bien en su poderoso libro Making is connecting, alli por primera vez vimos con claridad que la simbiosis Red + Paradigma Maker tiene un poder explicativo y comprensivo mucho mas interesante que el que tienen cada una de esas dimensiones aisladamente.

No se trata de alabar a Richard Sennett, a John Berger, a Mathew Crawford autor de Shop Class as Soulcraft: An Inquiry into the Value of Work por un lado, y de meternos hasta el caracu en las entrañas de la red y en todas sus derivas, haciendo un contacto epidermico entre ambos.

Para nada. De lo que se trata es de articular meticulosa y virtuosamente lo real con lo virtual, la mente con el cuerpo, el todo con las partes y mientras tanto de rediseñarnos a nosotros mismos a través de nuestras creaciones. ¿Fácil no? Curiosamente ejercicios en distintos ámbitos y proyectos recientes como el 1@1Sarmiento, @conectarlab y ahora @datosuba, #humanidadesdigitales muestran que lo que decimos no es mera retórica o discurso sino pensamiento (colectivo) encarnado, es decir conocimiento enactivo. Nada mal.

Continuará

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