Indulgencias. Extraña palabra para comenzar una nueva etapa en el 2018.
Si uno la decora, la inviste de imágenes o significados nos remite a los procesos del perdón, y si seguimos la saga de relaciones nos encontramos con procesos de compra-venta con el fin de obtenerlas y acceder, consecuentemente, a una porción de cielo con el objeto de obtener vida eterna. Un acto de fé, andamiado por un proceso económico.
Hace 500 años, la fé, el vínculo divino, el honor (de alguna manera) configuraban las relaciones sociales. Un sistema de premios y castigos se desplegó alrededor de ellas. En este entramado de relaciones, diferentes normas y costumbres se fueron constituyendo.
La vida en las Colonias españolas debía de organizarse de alguna forma cuando se requería de alguna instrucción precisa o nombramiento de cargos. Se hacía la consulta y … ¿se esperaba que la norma llegara desde España?. El tiempo, variable que navegaba a vela, jugaba escurridizamente. Las consignas, las instrucciones, las normas llegaban con un gran desplazamiento. La realidad cotidiana necesitaba de un sistema de organización que muchas veces no coincidía con lo establecido remotamente.
Reglas, normas, diferentes formas de establecer y organizar los vínculos económicos – sociales, fueron incorporándose aun sin la venia de la Corona. Sobre una de ellas haremos foco: se acepta pero no se cumple. Forma de orden que en el paso de la colonia a la organización de los estados americanos, creció de manera indiscutible.
Las marcas genéticas de esta costumbre pueden observarse en nuestro cotidiano. Conocemos una infinidad de normas pero ante la oportunidad de su cumplimiento, seguimos amarrados a viejas costumbres.
Si estas consideraciones las volcamos en sistemas, en instrucciones precisas que diversos algoritmos toman como referencia, estamos fritos (al decir de Dailan Kifki). Así es como nos llegan multas, sanciones laborales, o excesos en tasas de interés por pago fuera de término.
En la edad de los deslizamientos, donde el individualismo y la personalización fracturan la sociedad disciplinada, encontramos nuevamente el brillo de este diamante en bruto.
La sociedad flexible dice presente, la revolución es permanente y quizás por este motivo, imperceptible. El cambio su eje, la privatización ampliada su característica principal. Los valores hedonistas, el libre despliegue de la personalidad íntima, la legitimación del placer, modelan las instituciones en base a las aspiraciones individuales.
El imperio del yo. Todo se convierte en autoreferencia.
Aquí, ahora. Pensar en el futuro es cosa del pasado, de esa sociedad moderna que creía en él, en el porvenir, en la ciencia y la tecnología.
El presente continuo reina. La obsolescencia acelerada, la movilidad, la desestabilización, la búsqueda por la calidad de vida, la sensibilidad y la consciencia ecologista.
Datos, información fluyen constantemente. El siglo XX planteó un contexto de industrialización, de masificación. Para muchos una era de esperanza, de liberación, de posibilidad, para otros, de abandono y desesperación.
Ahora enfrentamos el aislamiento, el distanciamiento (a pesar de estar a un click). Comenzamos un siglo más humano en el que empezamos verdaderamente, a comprender que Nietzsche tenía razón: estamos hermosamente, finalmente, dolorosamente….solos.
En este vacío, la filosofía se vuelve autoreflexiva, convirtiendo cualquier conclusión del bien y el mal. Lo correcto o lo incorrecto, son el problema más interesante de otra era. En su momento más provocativo (dado que lo que estamos viviendo) hace otras preguntas, aquellas que nos hablan de encontrarnos a nosotros mismos, cuando el significado parece haber muerto. Nosotros, ellos, preguntan…y ahora ¿qué? ¿qué nos fortificará en este siglo?
Es así que aparece una nueva forma de control de los comportamientos, a la vez que una diversificación incomparable de los modos de vida, una impresión sistemática de la esfera privada, de las creencias y los roles, es decir, una nueva fase en la historia del individualismo occidental.
Gilles Lipovetsky en la Era del Vacio, juega con las estrofas de Who wants to live forever.( Queen):
No hay tiempo para nosotros
No hay lugar para nosotros
¿De qué están hechos nuestros sueños, que se nos escapan?
¿Quién quiere vivir para siempre?
No tenemos ninguna oportunidad
Todo está decidido por nosotros
Este mundo tiene un solo dulce momento determinado para nosotros
El consumo abraza el proceso de personalización. No cesa en ensanchar sus fronteras: deportes, viajes, cuidados médicos, reemplazo constante de objetos por la obsolescencia acelerada, movilidad. En esta edad de deslizamiento, nos juntamos porque nos parecemos. Todos somos prosumidores, todos podemos ser locutor y ser oídos. Democratizamos la palabra.
Para siempre es nuestro hoy
La inauguración de la era de los expertos acompañó este proceso descripto pesimistamente. Creó nuevos opios, nuevos adormecimientos al tiempo que posibilitó la inauguración de un movimiento de lucha por la igualdad que se había mantenido oculto, invisible.
Ya no solo hablamos de lucha de clases, de los problemas sobre la propiedad o sobre el impacto de las democracias sociales o del comunismo, del hambre o la pobreza. Nos referimos a la aparición del género femenino liderando posibilidades inusitadas: del derecho a voto, de su participación en el mercado laboral, de su expertez y profesionalidad. El libro de Elaine Tyler May, America and The Pill es contundente, revelador.
Hacia mitad del siglo XX, por primera vez, las mujeres tienen acceso a un medio efectivo de control de natalidad que no requiere la cooperación del hombre o de su conocimiento o consentimiento. Tienen en sus manos, el control de su vida reproductiva.
Arquímedes declaró en el año 267 A.C : “dadme un punto de apoyo y moveré al mundo”, indicando los principios de la palanca. La “pastilla” configuró una compuerta evolutiva para las mujeres, les dio un nuevo punto de apoyo. Un lugar conocido por ellas, un espacio para empoderarse y hablar sobre su vida sexual, visualizando el placer y el deseo. Puso sobre la superficie la pregunta sobre los derechos reproductivos, movilizó cambios en el concepto de autoridad médica, del uso de la farmacología.
El mundo de los expertos se encontraba liderado por hombres. La ciencia por tanto, era un bastión a acampar y así lo hicieron. Este movimiento irrefrenable, provocó un debate ético y político. Lo religioso metió su cuchara en su declaración de «Humanae Vitae«, estableciendo ilícito todo tipo de control artificial de la natalidad. Pero, la caja de Pandora ya había sido abierta.
Los anticonceptivos perfomatearon, con su debate, el lugar de la mujer. Brindaron un camino para cuestionar aspectos políticos, éticos, económicos. Abordaron espacios legales vacios pero por sobre todo, brindaron luz a la complejidad y diversidad femenina discutiendo, polemizando, disputando el mundo organizado, legitimado y construido por los hombres.
La palabra obediencia, estalló en significaciones y consecuencias.
En este nuevo siglo, controlamos. Desde la velocidad del auto a la producción. Controlamos la vida y la muerte, la salud. Controlamos la felicidad.
Nos encontramos sumergidos en un consumo de la propia existencia a través de la propagación de redes sociales sostenidas por algoritmos. El software cultural nos acuna y envenena. La cultura postmoderna amplía el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, anular puntos de referencia, destruir sentidos únicos y valores superiores.
Pero si hay algo que aprendimos es a estar atentos. A salir fuera del cuadro y formular la pregunta impensada. Y es en ese lugar, en donde encontramos a Nietzsche. Nos aferramos a sus lecturas sobre el illuminismo. Descubrimos su lupa: no existe verdad, solo interpretación.
Estela Dominguez Halpern
En el espacio presencial de este Teórico, compartimos la siguiente presentación. Se la brindamos aqui:
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